Oscar de la Renta en la Semana de la Moda de Nueva York, mostró su calidad infalible. Lujosa pedrería, estampados plateados... todo empezó con tejidos transparentes llenos de brocados florales explorando todo tipo de cortes, aunque con un estilo predominante de los años cincuenta.
La alegría primaveral fue evolucionando hacia la sofisticación del chantilly y el encaje, la dualidad negro-blanco y la llegada de los flecos y el dorado. Resumiendo, el corto por el largo, la mañana por la tarde.
Su momento óptimo es, desde siempre, la noche, y dentro de la noche, las grandes ocasiones, las alfombras rojas. Sus desfiles son lo más parecido a una gran gala en la que, en esta ocasión, las faldas hacen un efecto perlé blanco, rompiendo los volúmenes y mostrando un verano tan fresco como sofisticado.
Sus raíces españolas quedaron más que explicitadas en un suntuoso vestido que recreaba la capa torera, mientras que se permitió el lujo de cerrar la pasarela con un modelo prácticamente informal, de estampado vegetal verde sobre fondo blanco.
Visiblemente desmejorado por un delicado estado de salud, Óscar de la Renta, a sus 82 años, salió a agradecer a sus fieles clientas y a todos los amantes de la moda que no se quisieron perder su desfile, siempre uno de los momentos culminantes de la Semana de la Moda de Nueva York.
En cambio, la gran decepción del día fue el desfile de Marc by Marc Jacobs, que echa de menos al diseñador que le da nombre y que, en cambio, con los fichajes de Luella Bartley y Katie Hillier, presentó una irregular colección veraniega.
Caprichosa y sin cohesión, se compuso, por un lado, de vestidos sencillos rematados con puntilla al estilo "negligee", por otro a una revisitación asimétrica y arriesgada de los volantes y los topos y, además, con el motivo algo 'snob' de "glamourizar" el mono obrero, con sus maxibolsillos y su alergia a lo ceñido.
Bartley y Hillier, aunque fueron abrazadas cariñosamente por Jacobs al terminar un desfile que discurrió por lo que parecía una pequeña carretera, no consiguieron el éxito de la parte más informal de Jacobs, que otrora era donde surgían sus ideas más interesantes.
Se limitaron a forzar los límites de lo bello y lo extraño y se decidieron por las modelos asiáticas, lo cual subraya el énfasis en un mercado creciente a cada edición y, quizá dedicada a ellas, la parte más brillante de la colección fueron los leggins de charol, donde entonces sí se entendió la idea plástica de la mujer urbana contemporánea.
Y así quedó la moda de hoy. Luego hubo cameos como los de Britney Spears y Serena Williams, que presentaron sus respectivas colecciones, pero jugaron, sin duda, en otra liga. EFE
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