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domingo, 7 de septiembre de 2025
La guerra en Ucrania tiene una inquietante arma nueva
Al alba del 8 de mayo de 2023, un adolescente ruso de 17 años llamado Pavel Solovyov se metió por un agujero en la valla de una planta aeronáutica de Novosibirsk, Rusia. Él y dos amigos buscaban un avión de guerra al que pudieran prender fuego. Una cuenta anónima de Telegram les había prometido un millón de rublos, cerca de 12.500 dólares, para hacerlo, una cantidad de dinero inconcebible para los chicos.
Pero cuando vieron el bombardero supersónico Su-24, se asustaron. Este pesado avión de guerra, un modelo que se ha estado usando para bombardear Ucrania durante los últimos tres años y medio, parecía demasiado impresionante y peligroso para simplemente quemarlo. Tras algunas deliberaciones, los chicos decidieron chamuscar la hierba que rodeaba al avión, pero filmarlo de tal forma que pareciera que estaba envuelto en llamas. El desconocido de Telegram había prometido pagar solo después de recibir pruebas en video del incendio provocado.
Solovyov cumple ahora una condena de casi ocho años en una colonia penal. Él y sus amigos, que fueron detenidos en menos de una semana, fueron declarados culpables de llevar a cabo actos deliberados de sabotaje. No sospecharon que se trataba, como concluyeron los investigadores rusos, de un ataque encubierto en nombre de Ucrania. A Solovyov y sus amigos, según su madre, simplemente les habían pedido que “ayudaran a la fábrica de aviones a obtener el seguro” para el avión incendiado. Su hijo soñaba con abrir su propio taller de reparación de automóviles. “Ahora”, me dijo, “todos sus planes se han desmoronado”.
Esta guerra de subversión ha dejado un rastro de vidas arruinadas: cientos de niños en ambos lados del frente. Un antiguo reclutador ucraniano con el que hablé todavía no puede calmar su conciencia por el papel que desempeñó en ella. Un día se encontró con un estudiante de 17 años de Rusia Central que quería luchar contra el régimen ruso. El joven, claramente un activo valioso, fue entregado al mediador del propio reclutador y de ahí a agentes de rango aún mayor. Un mes después, el chico dejó de aparecer en internet. Entonces apareció en un centro de detención cerca de Moscú, acusado de poseer explosivos y de estarse preparando para asesinar a un teniente coronel ruso.
“No quiero que nadie más acabe como él”, me dijo el antiguo reclutador. “Hacemos que los chicos hagan cosas que nosotros mismos no nos arriesgaríamos a hacer”.
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