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martes, 15 de febrero de 2022

Los camioneros en Ottawa, Canada quieren ver fuera ak primer ministro Trudeau

 

Las imágenes de Ottawa de las últimas dos semanas desafían todos los estereotipos estadounidenses sobre los canadienses. Pensamos en nuestros vecinos del norte como incorregiblemente educados, su política como moderada y su ciudad capital -cuando nos acordamos de ella- como aburrida, la Sacramento del Norte.

Sin embargo, súbitamente Ottawa se convirtió en el centro de una reacción populista global contra los mandatos de vacunas y, en términos más generales, contra los gobiernos liberales elitistas.

Unos 500 camioneros enojados por las nuevas reglas de cruce fronterizo entre Canadá y Estados Unidos ocuparon el núcleo central de la ciudad. A ellos se le sumaron miles de otros manifestantes, algunos ondeando pancartas de Trump, banderas con esvásticas y letreros con calificativos decididamente descorteses dirigidos al primer ministro canadiense, Justin Trudeau.

El alcalde y el jefe de policía, después de 11 días de restricciones, declararon el estado de emergencia y pidieron ayuda al gobierno federal, pero los manifestantes parecen estar acomodándose y planeando más acciones.

Durante gran parte de la semana pasada, bloquearon el cruce terrestre más importante entre Canadá y Estados Unidos, el puente Ambassador, que atraviesa el río Detroit y por el cual normalmente se transporta casi un tercio del comercio manufacturero de los dos países. El efecto en la cadena de suministro de América del Norte fue casi instantáneo; las fábricas de automóviles desde Ontario hasta Alabama redujeron la producción porque se quedaron sin piezas.

Hubo protestas similares desde Australia hasta Francia, y grupos estadounidenses afirman que están tratando de organizar una caravana de camiones similar de California a Washington.

Las demandas de los manifestantes suelen ser vagas. En Ottawa, iban desde el fin inmediato de todas las regulaciones pandémicas hasta la renuncia de Trudeau (el primer ministro rechazó ambas). Pero los hilos conductores son claros: la militancia contra las vacunas y la ira general contra el gobierno, un paquete obstinado de libertarismo populista.

“La mayoría de los manifestantes en Ottawa no son camioneros en absoluto”, afirmó la semana pasada Martin Geoffroy, un estudioso de los movimientos extremistas canadienses en el Édouard-Montpetit College, cerca de Montreal. “Incluyen una colección de movimientos de extrema derecha que existían antes de la pandemia. Todos tienen una cosa en común: se oponen a las autoridades”.

Además, muchos de ellos admiran al ex presidente Trump. “Hay un desbordamiento del trumpismo en Canadá”, comentó. “Hemos visto letreros de Trump, de QAnon, banderas que dicen ‘No me pises’. Estos son símbolos estadounidenses, no canadienses”.

La admiración es mutua. “La Caravana de la Libertad está protestando pacíficamente por las duras políticas del lunático de extrema izquierda, Justin Trudeau, que ha destruido Canadá con sus mandatos sobre el COVID”, expresó Trump en una declaración escrita (de hecho, la nación canadiense manejó la pandemia con una tasa de mortalidad de casi un tercio de la nuestra, gracias, en gran parte, a su mayor tasa de vacunación).

En Fox News, Tucker Carlson calificó las caravanas como “la protesta de derechos humanos más exitosa en una generación” y sugirió que podría haber llegado el momento de que surjan acciones similares al sur de la frontera. “La mayoría de las veces, las tendencias comienzan en Estados Unidos y se trasladan al norte, a Canadá”, dijo. “Pero esta vez, podría suceder lo contrario”.

Otros conservadores estadounidenses recaudaron dinero: 10 millones dólares, según una estimación.

Sin embargo, aunque los manifestantes aseguran que hablan en nombre del canadiense promedio, son desmentidos por las encuestas, que muestran que el bloqueo de los camioneros era muy impopular, incluso antes de que comenzara a entrometerse en la cadena de suministro.

En un sondeo realizado por la organización de encuestas Leger, el 65% de los consultados calificó a los manifestantes como una "pequeña minoría de canadienses que solo piensan en sí mismos”.

Solo el 32% destacó apoyar las demandas de los manifestantes, aunque el 44% dijo que simpatizaba con su frustración (una respuesta típicamente canadiense).

Frank Graves, un encuestador de Ekos Research en Ottawa, señaló que la empatía por quienes protestan es más fuerte entre los conservadores, las personas en áreas rurales y aquellos sin educación universitaria, todos grupos similares a los principales partidarios de Trump en Estados Unidos.

Recientemente, en 2020, los canadienses expresaron una confianza mucho mayor en el gobierno que los estadounidenses. “Esa es una de las razones por las que a Canadá le fue mejor en términos de vacunación”, destacó.

Pero mientras la pandemia se prolonga, la confianza de los canadienses en sus líderes ha disminuido y las diferencias entre las culturas políticas de los dos países se redujeron. “Nos estamos acercando, no alejándonos”, expresó.

El Partido Conservador de Canadá también se ha movido hacia la derecha. Hace dos semanas, despidió a su última líder, Erin O'Toole, en parte porque su tono moderado estaba fuera de sintonía con el ala populista de éste (también perdió las elecciones del año pasado ante Trudeau).

Su sucesora interina, una populista de Manitoba llamada Candice Bergen (que no es la estrella de “Murphy Brown”), fue fotografiada una vez luciendo una gorra con la leyenda “Make America Great Again” (Que América vuelva a ser grande). Ella abrazó a los camioneros y felicitó su “protesta pacífica”.

Sin embargo, a finales de la semana pasada, Bergen, al darse cuenta de que la paciencia de los votantes se estaba agotando, giró en U. “Ha llegado el momento de derribar las barricadas”, dijo el jueves. “La economía que todos queremos reabrir está sufriendo”.

Trump, Carlson y otros conservadores de EE.UU pueden vitorear a los camioneros ahora, que trastornan vidas a una distancia segura, bien al norte de la frontera. Pero deben tener cuidado con lo que desean.

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