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viernes, 28 de enero de 2022
DE FRENTE A La segunda mentira al descubierto es que varios organismos están reconociendo la falsedad de la cifra de muertos
La segunda mentira al descubierto es que varios organismos están reconociendo la falsedad de la cifra de muertos, y aclaran lo que llevamos tiempo diciendo: que se diagnosticaba “muerte POR covid” a las “muertes CON covid”. Aparte de ayudar a vestir la pandemia y catalogar el virus como muy peligroso, existía –y sigue existiendo— un interés económico. Hay un plus por muertos por covid, y este aumenta si el fallecido estuvo en la uci y aún más si estuvo intubado. Es una total perversión del sistema sanitario.
Asimismo, por fin, han reconocido que el virus es una creación de laboratorio. En mayo de 2020, ya publicamos sobre este extremo haciéndonos eco de las palabras del premio Nobel Luc Montagnier, y las del doctor Rashid Buttar, especialista en medicina preventiva y experto en toxicología clínica de metales. Este no dudó en sacar a la luz los puntales de la trama, y así lo expusimos:
“Cuando el doctor Buttar empezó a investigar sobre el origen de la Covid-19 descubrió que el virus formaba parte de una investigación desarrollada en Estados Unidos en 2015, concretamente, en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, publicada en la revista ‘Nature’. Estas son sus palabras: ‘Vi que era, de hecho, una versión quimérica. Se estaba investigando sobre ello, a pesar de que existía una moratoria del gobierno para evitar investigaciones de este tipo. Investigación quimérica significa que se toma una sustancia natural, en este caso un virus, y se modifica genéticamente, es decir, se cambia la configuración morfológicamente para darle más fuerza’. Aunque la moratoria había entrado en vigor, fueron transferidos a China 3,7 millones de dólares del National Institute of Health, para poder continuar esta investigación. Es decir, las investigaciones fueron subcontratadas a China. Entra aquí otro de los personajes de esta trama, el inmunólogo Anthony Fauci, a quien Buttar acusa de ser uno de los pilares de la falsa pandemia anunciada por Bill Gates en la Universidad de Georgetown. Fauci habría desviado dinero de los contribuyentes para investigar lo que ha llegado a ser la Covid-19. […] Por estas fechas, el ministro de Sanidad de Estados Unidos, Gerome Adams, y la Administración Trump le dieron la razón al doctor Buttar al anunciar que Estados Unidos se desmarcaba de las consignas de la OMS, de Gates, de Fauci y del modelo del CDC. La Casa Blanca lo hizo constar en un documento público pidiendo a la OMS que rindiese cuentas sobre todos sus asuntos turbios, al tiempo que se comprometía a investigar la respuesta dada, las falsas declaraciones y el encubrimiento’. Todo esto nos lleva a la conclusión de que se trata de una de las grandes conspiraciones contra la humanidad, si no la mayor”.
Hasta aquí los párrafos del artículo publicado en mayo de 2020. Recordemos los problemas que, en esos momentos, tenía Trump con la OMS y la visión de la oficialidad sobre la pandemia, así como su aceptación de los tratamientos alternativos. Lo que ocurrió después, incluido el robo a mano armada de las elecciones en Estados Unidos, ya lo conocen.
Sobre este particular, más que el origen del SARS-CoV-2 –que hasta donde sabemos, no es la causa de la covid— lo más relevante es que se está denunciando abiertamente que China practica el bioterrorismo, con la anuencia velada de un buen número de países. Si no lo consienten, sí hacen la vista gorda. Hasta aquí llega la hipocresía. La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA, por sus siglas en inglés) tiene documentos de todo esto, y también otras organizaciones.
Otro de los puntos que ya han reconocido, tanto la OMS, como los gobiernos y sanitarios de turno, es que la vacuna no ha servido para combatir la pandemia. Sin embargo, el programa es seguir inoculando indefinidamente. Lo que no dirán nunca es que el fin de las inoculaciones no es curar, sino algo siniestro que no está relacionado con la salud y sí con el delirio de los megalómanos de controlar el mundo. En el contenido de los viales se encuentran algunas claves para entender toda esta historia para no dormir.
Se reconoce, al fin, que Pfizer trucó las cifras de sus test para ocultar que estaban provocando miocarditis, trombos y demás daños coronarios. Era un secreto a voces, que se ha conocido a través del hackeo de los sistemas informáticos de las compañías farmacéuticas, y que publica la web howbad.info. Al hilo de esto y contrariamente a lo que oímos a diario en las noticias, según el Proyecto Salus del Pentágono, basándose en los datos del Centro para el control y la Prevención de las enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), los efectos adversos de las vacunas se han incrementado: los abortos y los cánceres se han multiplicado por tres, y los daños neurológicos por diez.
También han reconocido que son los vacunados quienes se están contagiando, y quienes ingresan y colapsan las ucis. Les falta dar un paso más y reconocer que los inoculados acuden a los centros sanitarios por los efectos adversos de las inoculaciones, camuflados bajo variantes y subvariantes creadas ad hoc para justificar el desastre. Ahora le toca el turno a la “variante silenciosa”, que ni se la ve, ni se la oye.
Se ha reconocido también que no han funcionado ni los confinamientos generales ni los selectivos y, asimismo, las mascarillas, ni el cierre de fronteras. Hemos dicho en repetidas ocasiones que la mascarilla no es un elemento de protección, sino un símbolo psicológico y subliminal. Es el distintivo de la pandemia; un recuerdo constante de que estamos enfermos; de que somos peligrosos; de que debemos mantenernos alejados; de que está prohibida la alegría y sonreír. El bozal nos borra la expresión del alma, al tiempo que nos hace vulnerables y débiles. Por eso están eliminando restricciones, pero la mascarilla continúa incluso en el exterior. Si se elimina el tapabocas, el ser humano volvería a sentirse libre; volvería a sonreír y eso no pueden permitirlo. No quieren perder lo ganado.
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