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sábado, 25 de julio de 2020

LA PURA VERDAD! Creer en la meritocracia no solo es falso: es malo para ti

 
"Somos fieles a nuestro credo cuando una niña nacida en la pobreza más sombría sabe que tiene la misma oportunidad de triunfar que cualquier otra persona ..." —Barack Obama, discurso inaugural, 2013

 "Debemos crear igualdad de condiciones para las empresas y los trabajadores estadounidenses". —Donald Trump, discurso inaugural, 2017 

La meritocracia se ha convertido en un ideal social líder. Los políticos de todo el espectro ideológico vuelven continuamente al tema de que las recompensas de la vida (dinero, poder, empleos, admisión universitaria) deben distribuirse de acuerdo con la habilidad y el esfuerzo. La metáfora más común es el "campo de juego parejo" sobre el cual los jugadores pueden ascender a la posición que se ajuste a sus méritos. Conceptual y moralmente, la meritocracia se presenta como lo opuesto a sistemas como la aristocracia hereditaria, en la que la posición social está determinada por la lotería del nacimiento. Bajo la meritocracia, la riqueza y la ventaja son la compensación legítima del mérito, no la fortuita ganancia inesperada de eventos externos. La mayoría de las personas no solo piensan que el mundo debería funcionar meritocráticamente, sino que piensan que es meritocrático. En el Reino Unido, el 84 por ciento de los encuestados en la encuesta de Actitudes Sociales Británicas de 2009 declaró que el trabajo duro es "esencial" o "muy importante" a la hora de salir adelante, y en 2016 el Instituto Brookings descubrió que el 69 por ciento de los estadounidenses cree que las personas son recompensadas por su inteligencia y habilidad. Los encuestados en ambos países creen que los factores externos, como la suerte y el hecho de provenir de una familia rica, son mucho menos importantes. Si bien estas ideas son más pronunciadas en estos dos países, son populares en todo el mundo.
Aunque ampliamente sostenido, la creencia de que el mérito en lugar de la suerte determina el éxito o el fracaso en el mundo es demostrablemente falsa. Esto no es menos importante porque el mérito en sí mismo es, en gran parte, el resultado de la suerte. El talento y la capacidad para un esfuerzo determinado, a veces llamado "grano", dependen en gran medida de las dotaciones genéticas y la educación de uno. Esto no quiere decir nada de las circunstancias fortuitas que figuran en cada historia de éxito. En su libro Success and Luck (2016), el economista estadounidense Robert Frank relata las posibilidades y las coincidencias que llevaron al ascenso estelar de Bill Gates como fundador de Microsoft, así como al propio éxito de Frank como académico. La suerte interviene otorgando mérito a las personas, y nuevamente al proporcionar circunstancias en las que el mérito puede traducirse en éxito. Esto no es negar la industria y el talento de las personas exitosas. Sin embargo, demuestra que el vínculo entre el mérito y el resultado es tenue e indirecto en el mejor de los casos. Según Frank, esto es especialmente cierto cuando el éxito en cuestión es grande y donde el contexto en el que se logra es competitivo. Ciertamente, hay programadores casi tan hábiles como Gates que, sin embargo, no pudieron convertirse en la persona más rica de la Tierra. En contextos competitivos, muchos tienen mérito, pero pocos tienen éxito. Lo que separa a los dos es la suerte.

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