El presidente haitiano, Michel Martelly, quien asumió en 2011 el desafío de dirigir la reconstrucción del devastado país tras el terremoto ocurrido un año antes, cumple hoy tres de sus cinco años de Gobierno, en medio de mejoras económicas, pero con muchas promesas sociales por cumplir.
Martelly, un excantante de música popular e
inexperto en cuestiones políticas, juró el cargo el 14 de mayo de 2011
en un contexto muy difícil para este país, el más pobre de América,
marcado por el terremoto del 12 de enero de 2010, que dejó más de
300.000 muertos y 1,5 millones de personas sin hogar.
Tres años después, el gobernante goza de la
confianza de la comunidad internacional, muy presente en el país,
especialmente después del sismo, y su Administración exhibe logros en el
plano económico, gracias, principalmente, al empuje de sectores como el
agrícola, el de la construcción, las manufacturas y el comercio.
Datos de la Comisión Económica para América Latina
y el Caribe (Cepal) indican que Haití cerró el año anterior con un
crecimiento estimado del 4 % del producto interno bruto (PIB), en
comparación con el 2,8 % de 2012.
Todo un éxito en esta nación caribeña, que perdió alrededor del 15 % de su PIB por el sismo.
Las mismas informaciones de la Cepal señalan que
la economía local podría aumentar 4,5 % para 2014, esto sí, aclara, de
no surgir circunstancias adversas en materia climatológica (huracanes),
de los precios internacionales claves (hidrocarburos y alimentos) y de
la economía mundial, en particular la estadounidense.
Otro factor que ha contribuido a esta mejora es el
repunte del turismo, que permitió aumentar el número de visitantes un
20 % de 2012 al 2013, según datos recientes ofrecidos por la titular de
Turismo, Stéphanie B. Villedroui.
La Administración de Martelly y su primer
ministro, Laurent Lamothe, han logrado, además, elogios por los avances
en los planes de reconstrucción del país luego del terremoto.
Sin embargo, lejos de estas mejoras, la pobreza se
sigue cebando contra millones de personas en este país, mientras que
cientos de miles continúan como refugiados de aquella catástrofe, una de
las mayores de la historia reciente de esta nación.
Cifras del propio Gobierno revelan que la pobreza extrema afecta a más de la mitad de la población local, de unos 9,8 millones.
Junto a esto se incluye la cuestión política,
donde Martelly y su Gobierno han tenido poco éxitos, y es frecuente ver
en las calles del país protestas convocadas por la oposición para pedir
la renuncia del gobernante y su primer ministro, a los que acusan de
hacer poco por mejorar la situación de los más pobres.
Tras meses de incertidumbre, la nación pudo ver
luz al final del túnel en marzo pasado, cuando el Gobierno y la
oposición, gracias a la mediación de la Iglesia católica, firmaron un
acuerdo que permitirá, entre otros asuntos, celebrar en octubre las
elecciones legislativas, pospuestas varias veces por diferencias
políticas.
Haití debía elegir hace más de dos años a diez
senadores, 142 autoridades municipales y 570 asambleístas en todo el
territorio nacional, pero fueron aplazadas en varias ocasiones a causa
de una crisis entre el Ejecutivo y el Legislativo sobre la conformación
del tribunal electoral, a lo que más tarde se sumaron diferencias en
cuanto a la ley electoral.
Además de la celebración de las elecciones el 26
de octubre próximo, las partes acordaron una eventual enmienda a la
Constitución y la creación de un nuevo órgano electoral.
Como parte de estos acuerdos, el primer ministro
Lamothe anunció el mes pasado la remodelación de su gabinete, el quinto
cambio significativo que acomete el Ejecutivo haitiano tras la llegada
al poder de Martelly en 2011.
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