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domingo, 16 de febrero de 2014

EL fantasma de la deflación amenaza a la economía española





El fantasma de la deflación deambula por casa. El último dato del alza de precios de enero confirma lo que en la economía familiar hace tiempo que la mayoría ya conoce. Los precios caen, pero los ingresos bajan y el pesimismo se mantiene. El círculo vicioso se desata.
Las estadísticas muestran que el abaratamiento de los carburantes y la estabilidad del precio del tabaco han moderado la inflación interanual, que comparada con el mismo mes del año pasado se quedó en el 0,2%. Lo más destacable de este frío dato es que se trata de la tasa más baja contabilizada al menos desde 1961.
Mario Draghi.

Sin cuesta de enero

La cuesta de enero ha desaparecido. La inflación subyacente, la que elimina los precios más volátiles (que oscilan más), muestra también la misma tendencia. La inflación en enero se ha situado una décima por debajo de la contabilizada en diciembre, a pesar del aumento del precio de la electricidad.

Estabilidad o amenaza

El Gobierno ha considerado que el dato de inflación conocido esta semana pasada muestra que la economía española se encuentra en un momento de "estabilidad de precios" y ha asegurado que permite mantener el poder adquisitivo de salarios y pensiones. La patronal CEOE está en la misma línea interpretativa de los datos que el Gobierno de Mariano Rajoy. Por el contrario, los sindicatos consideran que la subida de los precios de bienes y servicios básicos en un contexto de devaluación salarial abre un periodo de incertidumbre para los próximos meses.

Deflación

¿Se han sentado las bases para la llegada de la deflación o la caída generalizada de precios? Los economistas no se ponen de acuerdo. A pesar de que la mayoría han bebido en las mismas fuentes de sabiduría, no existe consenso en la valoración del riesgo de caída de precios ni en los remedios previstos para el caso de que la pesadilla se haga realidad.

Opiniones

Según 22 de los 46 economistas consultados por Reuters en una reciente encuesta, el riesgo de deflación es "algo grave", mientras que para 14 de estos expertos el problema no es serio. Crece el temor a que el BCE esté subestimando los riesgos. Quizá esa actitud es la lógica ante un escenario para el que no existen recetas mágicas.

Draghi y el margen de maniobra

El presidente del BCE, Mario Draghi, sigue la evolución de la situación con estoicismo aparente y asegura que la zona euro avanza hacia una recuperación "débil, frágil y dispar". Y hay que temer que ese dispar se refiera a la marcha de la economía más próxima al bolsillo propio, especialmente a los habitantes del sur de Europa. Tras abaratar el precio del dinero al 0,25%, al BCE no le queda un gran margen de maniobra.

Y las medidas para reactivar el consumo han sido hasta ahora un gran fiasco a pie de calle, ya que los créditos son caros y el consumo es débil. La que dicen puede ser la última opción es la decisión de rebajar la tasa de depósitos hasta porcentajes negativos, es decir, que el BCE ofrezca incentivos a los bancos que presten su dinero. Es una posibilidad poco probable que encima mancharía la maltrecha imagen del BCE, al primar en plena crisis a los principales causantes de la debacle.

¿Por qué es tan alarmante la deflación?

Para entender las razones que hacen temer tanto un contexto de deflación, algunos economistas recurren a dibujar un ejemplo a escala de las cuentas personales. Explican que si una familia soporta una deuda igual al 100% de sus ingresos y paga intereses del 4%, por ejemplo, el peso de esa deuda tiende a disminuir con el paso del tiempo de manera casi vegetativa en una situación normal. La inflación compensa los costes financieros de la deuda y más si los ingresos aumentan. Sin embargo, en una situación real de deflación familiar (esa que a Draghi le parece dispar pero que en España se extiende), los ingresos disminuyen, los precios bajan y el peso de la deuda se hace cada vez más insostenible, ya que los tipos de interés ya no pueden bajar más.

Los efectos, el efecto Ricardo

En una situación como ésta de deflación o expectativas negativas futuras continuadas, los gastos importantes se aplazan, se renegocian los contratos de servicios o se eliminan, las tasas de ahorro aumentan en el caso de los que mantienen sus ingresos y disminuyen para los que ven sus expectativas laborales recortadas. A aquellos con rentas altas les es más barato vivir, para los hipotecados la angustia aumenta porque el margen de maniobra se estrecha. La caída de los precios contribuye a hacer que la opinión pública y los empresarios en particular tiendan a considerar que los empleados tienen sueldos altos por lo que aumentan los despidos y se elevan las diferencias sociales entre los que tienen empleo y los que no. La inversión empresarial tiende a aumentar al aumentar los márgenes y disminuir las ventas, se eleva la productividad por empleado y aparece un efecto de segunda ronda de elevación de salarios posterior con mayor oferta pero escasa demanda y mayores diferencias salariales y sociales de nuevo. La inversión extranjera aumenta en mercados deflacionarios para aprovechar la estabilidad del ahorro y las oportunidades de inversión y se incrementan todavía más los efectos generales. Todo este conjunto de efectos concadenados recibe el nombre de efecto Ricardo.

Japonización

A esta pesadilla deflacionaria los economistas la denominan habitualmente también japonización de la economía al recordar la situación que ha sufrido Japón durante varias décadas. Crecimiento apático, alto nivel de deuda pública, contracción del crédito, divisa fuerte, envejecimiento demográfico... todos ellos elementos comunes con la situación actual. La cura de austeridad se ha convertido para muchos en la mayor amenaza para la economía europea por lo que consideran que el camino a seguir debe parecese al elegido por el de los japoneses: inyectar dinero público y volver a endeudarse. Sin embargo parece difícil incluso con la activación de la máquina del dinero del BCE que vuelva el optimismo y se recupere el consumo si no es posible restablecer las rentas de la mayoría, que suban los salarios de nuevo con precios controlados y que el crédito se canalice de la banca a los particulares con fluidez.