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domingo, 1 de septiembre de 2013

MANUEL MARTIN FERRAND PERIODISTA Y FUNDADOR DE ANTENA 3 EN ESPAÑA MURIO A LOS 72 AÑOS Descansa en paz

 Con la muerte de Manuel Martín Ferrand desaparece el último mohicano del periodismo independiente, el que jamás se doblegó al poder constituido y siempre le zarandeó para hacer buena la frase de Martín Fierro: «Soy como el tábano, que acicatea al caballo para mantenerlo despierto».
Martín Ferrand fue el más gigante de esa generación; el más completo, el más libre, el más culto, el más amante y defensor de la libertad de prensa. Un todo terreno que tocó todo y todo lo hizo bien. El creador de formatos de radio y de televisión que aún perduran y sobresalen entre tanta basura y ronzal. El apasionado de tres pasiones: el periodismo en todos sus soportes, incluido el digital; su mujer Rosalía, y sus hijos. En su compañía recibió orgulloso y feliz el último reconocimiento público y justo que le hizo ABC y su actual director: el Mariano de Cavia. Y en la Casa de ABC compartió esa noche inolvidable con sus amigos esa dicha que le colmó de sinsabores, desengaños y traiciones.

La televisión, como el teatro, fue para Manolo su enamorada y la que le dejó más cicatrices en el alma cuando los revolcones de la vida le descabalgaron abruptamente de Antena 3 TV, su último proyecto periodístico de éxito que concibió y plasmó bajo el mismo lema de otra de sus hijas, Antena 3 de Radio: noticias veraces y opiniones independientes.
 Y con esta filosofía tuve la fortuna de trabajar como primer Director de Noticias y Programas de Actualidad de Antena 3. A la aventura hermosa de crear un nuevo medio de comunicación, y nada menos que la primera televisión privada nacional, se unía la más enriquecedora de hacerlo con quien consideraba maestro y amigo. Se trataba de acabar con el monopolio público de la televisión en España y con el de la información televisiva. Un cóctel imposible de rechazar cuando en España se empezaba a respirar el aroma de la libertad. La de prensa y las demás.
Martín Ferrand concibió la parrilla de A3 TV como un todo armónico en el que había que informar y entretener a toda la familia, con una sola condición: que la programación estaba supeditada a la actualidad y por eso otorgó al Director de Noticias y Actualidad el poder, que para sí quisieran ahora los directores de informativos, de interrumpir la emisión en cualquier momento para dar una noticia y continuar con ella hasta el final. Con grandes enfados del Director Comercial -todo hay que decirlo- por trastocar el minutado de los spots y tener que lidiar con los anunciantes cuando llamaban para quejarse. Pero de nada servían las protestas ni las amenazas de retirarlos y dejarnos sin unos ingresos que garantizaban nuestra libertad y nuestra nómina. Para Martín Ferrand estaba muy por delante el derecho a la información puntual y veraz. Y si el Director de Noticias había cortado la emisión para dar una noticia, bien hecho estaba y así tenía que ser.
Con esta filosofía y dejando absoluta libertad al director de noticias y a todos los periodistas de la Redacción, consiguió en poco tiempo que los informativos y programas de actualidad de Antena 3 de Televisión fuesen los más seguidos y comentados por las clases dirigentes; los más influyentes entre los líderes de opinión; los más vistos entre los ejercientes del viejo oficio menestral, como llamaba al periodismo. Los de referencia.
Y si los programas de noticias y actualidad eran la niña de sus ojos y las cuadernas del barco, las series de producción propia, fruto de su pasión por el teatro, conformaron la espina dorsal de los contenidos de aquella incipiente Antena 3 de Televisión, escasa de dinero pero sobrada de entusiasmo, talento y entrega.
Martín Ferrand ha sido hacedor de programas y de periodistas, y a su alrededor han crecido y madurado quienes durante mucho tiempo han dominado con autoridad la radio y la televisión. Manuel Martín Ferrand no se inclinó ante el poder, lo respetó pero lo zahirió con tino y autoridad porque nada esperaba de él. Y por eso fue grande y ha muerto grande y con las botas puestas.
Descansa en paz, Manuel. Y gracias por todo lo que nos diste a quienes te quisimos y a quienes se distanciaron.