Ciento treinta años de la barra de labios. Dos perfumistas franceses se presentaron, a primeros de mayo de 1883, en la Exposición Mundial de Ámsterdam con una barrita en forma de lápiz hecha de sebo de ciervo y cera de abejas envuelta en papel de seda. La primera barra de labios.
Aquellos perfumistas franceses crearon el primer lápiz como tal pero el maquillaje labial es muchísimo más antiguo. Las mujeres de Mesopotamia (hace más de 5.000 años) se colocaban joyas semipreciosas trituradas alrededor de la boca y Cleopatra
pintaba los míticos labios que enloquecieron a Marco Antonio con una
base de hormigas y escarabajos, mariquitas o cochinillas, lo que
aportaba un fuerte pigmento rojo.
En la tumba de Tutankamon
se descubrieron jarritas con color para los labios. Los hombres también
se maquillaban. Los egipcios usaban unas mezclas con componentes
tóxicos que provocaron muchas muertes.
También los romanos se
pintaban los labios y el color era un indicador de su estatus. En cambio
las damas griegas preferían la cara lavada, el maquillaje quedaba
reservado para las cortesanas.
Fue la reina Isabel I - una pionera - quien puso de moda los rostros pálidos y los labios intensamente rojos
en su corte. Sus labiales se hacían con un combinado de cera de abejas y
pigmentos rojos de las plantas. Ni en su lecho de muerte dejó la reina
de llevar los labios generosamente pintados.
Cosa de brujas
Los físicos y químicos árabes-andaluces Abu al-Qasim al-Zahrawi (Abulcasis) inventaron la barra de labios sólida,
que consistía en perfume y otros ingredientes metidos en moldes. El
proceso se describe en la enciclopedia de medicina y cirugía Al-Tasrif.
En la Europa medieval, el pintalabios
fue prohibido por la Iglesia, por encarnar al mismísimo diablo. En
1770, el Parlamento británico perseguía y juzgaba por brujería a la
mujer que llevase carmín en los labios.
La reina Victoria de
Inglaterra, haciendo gala de su propio austero estilo victoriano,
declaró en 1860 que el maquillaje era símbolo de vulgaridad, propia de
clases bajas y gentes del espectáculo y la prostitución.
En
aquellos tiempos, el carmín se guardaba en pequeñas latas y se extendía
con los dedos o con un pincel. Luego llegaron los perfumistas franceses a
aquella Exposición de Amsterdam con su barrita.
La primera barra
de labios, tal y como se conoce hoy, salió al mercado en 1915. En
aquellos años, las sufragistas alzaban en la mano un lápiz de labios en
sus marchas por las calles de Nueva York, por lo que se le empezó a
considerar un símbolo de lucha. Su popularidad se hizo imparable de la
mano del cine mudo, con la llegada de los alegres años 20. Sarah
Bernhardt lo llamaba stylo d´amour (lápiz de amor).
Durante
la Segunda Guerra Mundial la barra de labios volvió a estar en el punto
de mira. La revista ´Vogue´ se preguntaba si era "patriótico" usarla
mientras los hombres luchaban en el frente. Pero el Ministerio
estadounidense de Economía determinó que las mujeres que trabajaran en
la industria armamentística lucirían carmín para incrementar la productividad.
España llegó un poco más tarde: el primer pintalabios nacional se comercializó en 1922. Se llamaba Milady y era de Puig.
En los años 30 se patentó en Estados Unidos el primer rouge
dentro de un tubo metálico giratorio. Y así hasta hoy, en que la barra
de labios es el producto de belleza más vendido del mundo.