Durante más de una década, a principios del pasado siglo, Jack Johnson fue el afroamericano más famoso e influyente del planeta. El gigante de Galveston, primer gran boxeador negro de la historia, tumbó uno tras otro a los grandes campeones blancos con una enorme insolencia, incluido el «combate del siglo» contra Jim Jeffries que derivó en los disturbios raciales más serios hasta los posteriores a la muerte de Martin Luther King. Así comenzó una persecución contra Johnson que acabó con su polémica encarcelación en 1920, de ahí que otro gran campeón como Mike Tyson reclame al presidente Barack Obama el indulto póstumo para el gigante de Galveston.
Las grandes leyendas de principios del siglo pasado se forjaban sobre el cuadrilátero. En los albores del fútbol las estrellas eran los boxeadores y una de las más grandes era, sin duda, Jack Johson. Nacido Galveston (Texas) en 1878, con genes de la tribu de los coromantes, esclavos de la actual Ghana que fueron «exportados» al continente americano, Johnson se convirtió en una de las escasas figuras para la esperanza del pueblo afroamericano cuando Martin Luther King ni había nacido. Su lucha tampoco fue sencilla.
Johnson inició su carrera en el boxeo a los 21 años y no tardó en acumular victorias ante púgiles de primera línea como Frank Childs o Bob Fitzimmons. Su progresión, sin embargo, parecía frenada porque por entonces los boxeadores negros no podían aspirar al título mundial de los pesos pesados, de ahí la primera negativa del campeón James J. Jeffries a medirse contra él. La retirada de Jeffries en 1904 aclaró el panorama, pero Johnson tuvo que pelear dentro y fuera del cuadrilátero: se pasó dos años persiguiendo y provocando a Tommy Burns por todo el mundo hasta que el canadiense aceptó el reto. La pelea, celebrada ante 20.000 espectadores, se prolongó durante 14 largos asaltos hasta que la masacre fue parada por la policía. Los árbitros otorgaron la victoria a Johnson, que se convirtió así en el único campeón del mundo de todas las categorías.
El combate del siglo
El reinado de Johnson exacerbó al pueblo afroamericano, todavía discriminado en Estados Unidos por entonces por la población de raza blanca. La agresividad con la que el gigante de Galveston, «cuello de toro, brazos de elefante», tumbaba a sus oponentes blancos y su actitud insolente fuera del cuadrilátero encumbró un icono que las autoridades de la época vieron entonces como una amenaza, de ahí que se emprendiese la búsqueda de un púgil capaz de barrer a Johnson en un combate. Para ello se rescató al retirado Jim Jeffries, «la gran esperanza blanca», que se había jubilado sin perder una sola pelea.
Se prohibió la venta de alcohol y las armas para evitar peleas entre el público
Una victoria histórica para Johnson, que se embolsó 65.000 dólares (lo que correspondería a unos 1,5 millones actuales). La población afroamericana salió a las calles de Texas, Colorado, Nueva York o Washington para celebrar la derrota de la «gran esperanza blanca» que acabó con disturbios en casi 50 ciudades dejando trece muertos y centenares de heridos.
Condenado a un año de prisión
Un año más tarde sus detractores encontraron la forma de acabar con una de las primeras estrellas del deporte moderno, reclamo publicitario de un bueno número de productos de la época. El 18 de octubre de 1912 fue arrestado acusado de atravesar con una mujer la frontera estatal «con fines inmorales», delito recogido entonces por la «Ley Mann». Lucille Cameron, la prostituta que viaja con él, se negó a testificar en su contra y Johnson quedó libre. Sería por poco tiempo. Un año después volvió a ser acusado del mismo delito y esta vez la meretriz Belle Schreiber sí decidió testificar contra él. Johnson fue condenado a un año y un día de prisión por un jurado compuesto íntegramente por ciudadanos blancos, pero logró escapar antes de entrar en la cárcel y se reunió en Canadá con Lucille, con la que se casaría más tarde, para tomar un avión rumbo a París.