HiRADiOs Voz Dominicana

domingo, 19 de octubre de 2025

PELIGRO! los osos grizzly jóvenes en el valle del Elk son las más bajas registradas en Norteamérica

 

Caminando con cuidado por un bosque de álamos americanos amarillentos del sureste de la Columbia Británica, el científico de vida silvestre Clayton Lamb busca entre la maleza un árbol robusto al que atar su trampa para osos. Un tentador rastro de olor ha sido trazado para atraer a un animal que puede recorrer más de mil kilómetros cuadrados hasta este preciso lugar, a las afueras de la ciudad de Fernie. La colega de Lamb, la técnica de fauna salvaje Laura Smit, rocía el bosque con sangre podrida de vaca desde una garrafa de plástico rojo. Para las narices humanas, el hedor es repugnante. Para un oso grizzly que quiere engordar para el invierno, es tentador.

Investigador de la Universidad de Columbia Británica Okanagan, Lamb ha pasado días enteros con Smit recorriendo este valle de las Montañas Rocosas canadienses, seleccionando lugares, creando rastros de olor y comprobando constantemente las cámaras remotas en busca de alertas de que se ha activado una trampa. Pasa la noche. No hay osos. La mayor parte de la noche siguiente transcurre también sin incidentes, hasta que a las 4:31 a. m. una cámara detecta actividad. Lamb envía un mensaje de texto: “Tenemos un grizz”.

Mientras el amanecer baña el valle con una luz dorada y naranja, Lamb y Smit toman un camino de tierra y suben por una pendiente sinuosa hasta llegar a una pequeña hembra de oso grizzly que dormita contra su árbol de sujeción, con un pie sujeto a la trampa, un arnés de bordes lisos enroscado en la pata como si fuera un grillete. Un disparo bien colocado de la pistola de dardos de Lamb por la ventanilla del camión administra una dosis de los tranquilizantes xilacina y Telazol. Unos minutos más tarde, el oso yace desplomado en un estupor inducido por las drogas.

Lamb y Smit se acercan con su equipo, comprueban los signos vitales, y comienzan a medir, tomar muestras e izar el cuerpo anestesiado de la grizzly en el aire en un cabestrillo amarrado a un árbol. Con un peso de 87 kilos (192 libras), típico de una hembra de oso grizzly que no ha crecido del todo, se calcula que tiene cuatro años.

Alcanzar los cuatro años en este paisaje es un logro notable. El hábitat está surcado por carreteras, vías férreas, minas de carbón, estaciones de esquí, granjas, propiedades rurales y pequeñas ciudades. “Esto no es un parque nacional”, dice Lamb. Pero a medida que los biólogos estudian cómo los osos pueden coexistir con la gente aquí y en otros lugares, aprenden que la coexistencia es una calle de doble sentido: los osos cambian su comportamiento para sobrevivir, pero para compartir este hábitat en armonía, las personas que viven aquí también deben estar dispuestas a cambiar. Los investigadores están aprendiendo que unas medidas sorprendentemente sencillas y relativamente baratas pueden marcar una gran diferencia a la hora de reducir los conflictos y salvar vidas de osos y de seres humanos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario