Leticia Requejo, periodista del programa, describe a la artista como "agobiada, preocupada y desolada". Y no es para menos. Además del cerco legal, Pantoja deberá abandonar en los próximos días la finca madrileña donde reside desde hace dos años. Según fuentes cercanas, no tiene un alojamiento fijo previsto. Una posibilidad sería volver a su refugio en El Rocío, donde fue vista recientemente entre lágrimas y oraciones. Pero Cantora, su icónica propiedad andaluza, ya no está a su nombre, y actualmente es gestionada por un fondo inversor.
Adiós a su hoja de ruta
La noticia llega en un momento delicado. La tonadillera había trazado una hoja de ruta para instalarse en el extranjero, alejándose del foco mediático y buscando un nuevo comienzo. Sin embargo, la orden de Hacienda lo ha trastocado todo. "No puede salir del país, ni siquiera viajar dentro de él sin autorización previa", asegura Requejo. Además, hay movimiento en Cantora: camiones, personal técnico, señales de desalojo. La retirada ya no es simbólica; es material.
En paralelo, se desconoce si sus compromisos profesionales y giras se verán afectados por esta orden, aunque las limitaciones geográficas podrían condicionar seriamente su agenda.
Isabel Pantoja, una mujer acostumbrada a vivir en el centro del huracán mediático, enfrenta ahora un escenario en el que el silencio administrativo pesa más que cualquier escándalo. Y aunque su historia siempre ha estado marcada por la resiliencia, este nuevo capítulo parece exigir algo más que entereza: exige replantear por completo su presente. Y, tal vez, su futuro.
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