Durante la semana pasada, la policía de todo los Estados Unidos de America ha respondido violentamente a las protestas contra el asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis, con balas de goma, con porras y, en una ciudad tras otra, con gases lacrimógenos.
El pasado sábado, un estudiante universitario perdió su ojo derecho después de que la policía supuestamente le disparó un bote de gas lacrimógeno en la cara durante una protesta en Fort Wayne, Indiana. En la misma manifestación, un niño de 3 años también fue golpeado con una nube de gas lacrimógeno después de quedar atrapado en el fuego cruzado. El pasado domingo, el Hospital General de Massachusetts tuvo que establecer una tienda de materiales peligrosos en Boston para tratar a las víctimas de gases lacrimógenos, al igual que los voluntarios en Minneapolis. El gas lacrimógeno, una clase de sustancias que pican las membranas mucosas de los ojos e irritan el tracto respiratorio superior, surgió en gran medida como un arma de guerra hace un siglo. ¿Cómo llegó a los departamentos de policía?
El gas lacrimógeno hizo su debut en la guerra de trincheras durante la Primera Guerra Mundial como el primer agente químico utilizado en la guerra, según un artículo que rastrea su transición de una tecnología militar a una tecnología doméstica en la revista Technology and Culture. Hay algunos casos documentados de que la policía de París desplegó cartuchos de gas a pequeña escala para erradicar a los delincuentes barricados a principios de la década de 1910, pero el ejército francés comenzó a usar granadas de gas lacrimógeno a una escala mucho más amplia en las líneas del frente en 1914. El gas lacrimógeno fue más eficaz para debilitar a las personas en concentraciones más bajas que las tóxicas y obligó a los ejércitos opuestos a usar máscaras de alta resistencia, lo que causó molestias y hizo que los soldados fueran mucho menos eficientes durante un período prolongado de uso.
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