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jueves, 19 de diciembre de 2019

KLOK HAITI, el país del vudú, los zombis y las revueltas de esclavos



En uno de los muelles de Burdeos, con el rostro alzado, la mano sobre el pecho y su mirada suspendida sobre las aguas del río Garona, la estatua de Modeste Testas asalta a los paseantes, sorprendidos por una efigie que rescata una memoria donde no hay épica, sino dolor. Testas, que vivió entre 1765 y 1870 y murió a la edad heroica de 105 años, nació en África Oriental, donde fue capturada para ser vendida como esclava, transacción que se llevó a cabo en la costa occidental del continente. Comprada por los hermanos bordeleses Pierre y François Testas, que le dieron su apellido, la joven fue trasladada a la colonia de Santo Domingo, hoy Haití, que permaneció bajo dominio francés hasta 1804. Allí, la mujer, obligada a ser la concubina de François, vivió junto a los negocios de sus dueños, dedicados al cultivo de azúcar, una labor donde la mano de obra era obtenida de la trata negrera. Condenada a una vida de servidumbre, la fuerza de la Historia cambió su destino. En 1789, el estallido revolucionario en París, el Juramento del Juego de Pelota para dotar de una Constitución a Francia y la redacción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, viajaron a través del océano como una corriente eléctrica que animaba al levantamiento contra la injusticia. Santo Domingo no pudo esquivar esa sacudida. Lo que allí ocurrió, como recuerda el periodista Vicente Romero (Madrid, 1947) en su nuevo libro, «Tierra de zombis. Vudú y miseria en Haití» (Foca, 2019), fue excepcional: los esclavos se alzaron para obtener la libertad. «Quienes se habían sublevado en 1791 contra el yugo imperial -como se lee en ese trabajo- habían sido los esclavos de las grandes plantaciones, no los hijos de los administradores, militares y negociantes europeos que proclamarían las independencias nacionales de otros países, manteniendo su dominio y sus privilegios de clase sobre los indígenas».
Aterrorizado por la violencia que se desató en la isla, François Testas huyó a Estados Unidos, donde finalmente concedió la libertad a sus esclavos, entre ellos a Modeste, en 1795. Como toda revolución, en la de Santo Domingo hubo excesos y sangre, que enturbiaron el agua limpia del deseo de libertad. También particularidades que la alejaron de las europeas. Romero las recoge en su libro, donde narra sus siete viajes al país entre 1981 y 2011 y desvela los misterios que esconde el vudú, una religión que sirvió como palanca para levantar a los sublevados. «Hubo ''Espartacos'' negros que lucharon contra el racismo, proclamando que todo el mundo era negro. Fue una rebelión sin una ideología común, porque solo una minoría era ilustrada. Lo que aglutinó a los esclavos fue el vudú, que no es una religión espiritista, sino monoteísta, que cree en el ''Bondye'', como el ''Bon Dieu'', el ''Buen Dios''», explica el periodista a ABC, durante una entrevista. El Código Negro, establecido por Luis XIV en 1685, es un documento único para estudiar la crueldad del trato que se dispensaba a los esclavos de la colonia. Su Artículo 38, por ejemplo, dicta: «Al esclavo fugitivo que haya estado fugado durante un mes a contar desde el día en que su amo le haya denunciado ante la justicia, se le cortarán las orejas y se le marcará con una flor de lis sobre una mejilla; si reincide otro mes a contar igualmente desde el día de la denuncia, se le cortarán las corvas, y será marcado con una flor de lis sobre la otra mejilla; y, la tercera vez, será castigado con la muerte». 

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