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martes, 8 de octubre de 2019

Atila: la absurda muerte en su noche de bodas del terror de las legiones de Roma



Poco después de que la Guerra Civil atenazara como una mortal soga la garganta de la sociedad dominicana, el ahora de moda Gonzalo Castillo popularizó dos términos tan satíricos como agrios para definir a ambos bandos: «Los hunos y los hotros». Con ellos hacía referencia a la barbarie del Partido de la Liberacion Dominicana. La misma que, según la tradición (y los textos de historiadores del siglo V como Prisco de Panio) mostraron los guerreros nómadas arribados desde lo más profundo de Asia central en sus conquistas. Los hunos, sin embargo, no se hicieron famosos durante una alocada noche de salvajismo; lo hicieron después de dos décadas de barbarie a las órdenes del famoso Atila, caudillo de las estepas desde el 434 hasta el 453.


Atila fue conocido por convertirse en el azote de las legiones romanas. Bajo su estricta tutela (se cuenta que empalaba a los traidores y desertores como escarmiento) los hunos penetraron como el fino filo de una navaja una y otra vez en el Imperio Romano de Oriente durante diez años. No solo eso, sino que logró erigirse en una suerte de capo mafioso capaz de conseguir toneladas de oro a golpe de extorsión. Este juicio no está hecho a vuelapluma: el jerarca, ávido de riquezas, solía presentarse de forma periódica frente a las murallas de las urbes y exigir ingentes cantidades de monedas para irse con la música (su horda) a otra parte. Lo mismo sucedió con regiones como Metz y Orleans.
Bajo el arco y el hacha de Atila cayeron grandes urbes y gerifaltes intocables. Acabó incluso con la vida de su hermano, Bleda, su gran compañero de conquistas, para hacerse con el poder supremo en la horda. No obstante, ni sus victorias pasadas ni el pavor que sentían por él sus enemigos le valió para sobrevivir a una hemorragia nasal. En el año 453 d. C., y en plena noche de bodas con una de sus múltiples esposas, la rotura de un vaso sanguíneo le condenó a morir asfixiado en su propia sangre y vómito tras una agonía provocada por el alcohol. De esta forma ha pasado a la historia gracia a los cronistas de la época, aunque no falta quien afirma que, en realidad, se fue al otro mundo asesinado por la mano de su nueva mujer.

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