Ante el incremento de la brutal represión del régimen orteguista contra los nicaragüenses que luchan por la libertad y democracia, se debate públicamente cuál es el rol que debería desempeñar el Ejército frente a la dictadura.
Inclusive antiguos comandantes de la revolución sandinista, comandantes guerrilleros y exjefes del Ejército, intervienen en el debate público sobre todo para pedirle que desarme a las fuerzas paramilitares de la dictadura orteguista, considerando que el artículo 95 de la ley constitucional de Nicaragua establece que “no pueden existir más cuerpos armados en el territorio nacional que los establecidos en la Constitución…” Es decir, el Ejército y la Policía.
Pero ese mismo artículo de la Constitución determina que los militares se someten directamente al presidente de la República, en su carácter de jefe supremo del Ejército de Nicaragua. De manera que el jefe del Ejército es Daniel Ortega, el mismo que ha organizado y armado las fuerzas paramilitares para actuar con la Policía en las labores de exterminio de los ciudadanos autoconvocados que se han rebelado pacíficamente contra la dictadura.
De modo que para desmantelar a las ilegales fuerzas paramilitares, el Ejército tendría que desobedecer a su jefe supremo y enfrentarse a la dictadura de la cual forma parte institucionalmente, algo que consideramos improbable aunque no necesariamente imposible.
Ha habido casos en la historia en que los ejércitos al servicio de dictaduras intervienen en favor de los ciudadanos. Así ocurrió en Rumanía, en 1989, cuando los militares dejaron de reprimir a los civiles rebelados pacíficamente y voltearon sus armas contra la dictadura de Nicolás Ceacescu y su mujer, Elena Petrescu. Pero la verdad es que esos casos han sido raros, pues lo más usual es que los ejércitos defiendan a los dictadores o den golpes de Estado para imponer otras dictaduras.
El académico y escritor estadounidense Ozan Varol, autor del libro Golpe de Estado Democrático, menciona como ejemplo el golpe que el Ejército de Portugal dio el 24 abril de 1974 a la dictadura fascista de Antonio de Oliveira Salazar, que existía desde 1926 y era una de las más feroces del mundo. “Portugal vivía bajo una de las últimas dictaduras de Europa —escribe Varol— y los militares terminaron con ella e iniciaron el proceso que llevó a las elecciones dos años después y a consolidar una vibrante democracia”.
Pero esa no es la regla general. Se conoce que en el siglo XXI, de 2001 a 2014 habían ocurrido 33 golpes militares en diversas partes del mundo, de los cuales apenas dos o tres fueron con el propósito de instaurar o defender la democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario