Una vez más, quienes han querido ver un posible declive en la campaña de Donald Trump tienen que replantearse sus análisis y quienes dan a Hillary Clinton como candidata ya inevitable y se fían de las encuestas deben prepararse para otra larga batalla y replantearse esa confianza en los sondeos.
En el campo republicano, el magnate inmobiliario ha ganado con extrema comodidad primarias celebradas este martes en Michigan y Mississippi. Se trata de triunfos especialmente dulces para Trump tras resultados adversos en algunas carreras celebradas el fin de semana que hicieron a algunos analistas pensar que había alcanzado su cumbre y empezaba su descenso a la vez que iba cobrando fuerza Ted Cruz. Son victorias, además, que permiten a Trump reivindicarse como el hombre contra el que no funcionan las estrategias de ataque: en los últimos días ha sido sometido a una feroz campaña destrozando sus credenciales personales, profesionales y políticas de algunos de sus rivales (especialmente Marco Rubio), figuras del establishment como Mitt Romney y grupos de acción política que han gastado millones de dólares en duros anuncios. Es como si fuera inmune.
En el campo demócrata, mientras, Clinton se ha llevado con extrema comodidad Mississippi, un estado sureño y donde el 61% de la población es negra, el bloque de votantes sobre el que ha construido buena parte de su estrategia hacia la nominación. En Michigan, no obstante, el voto de los negros menores de 45 años, se ha dividido por primera vez mucho más equilibradamente y el senador Bernie Sanders ha logrado una ajustadísima pero trascendental victoria. Los sondeos antes de la cita con las urnas daban una ventaja de entre 13 y 27 puntos a la exsecretaria de estado, pero la realidad le enfrenta una vez más a una carrera más larga de lo que nadie, incluyendo ella misma, había anticipado cuando lanzó su candidatura. Le obliga, además, a volver a centrarse en el duelo con Sanders, y no mirar ya exclusivamente al potencial duelo con Trump en noviembre.
LOS REPUBLICANOS
Las victorias de Trump siguen elevando su número de delegados hacia la meta de 1.237 necesarios para lograr la nominación y a partir del próximo martes estados trascendentales como Ohio o Florida empiezan a repartirlos dando todos al ganador y no proporcionalmente como hasta ahora. Pero son, sobre todo, la reafirmación de que no es tan vulnerable como algunos han querido ver y de que, por ahora, ninguna estrategia le frena, incluyendo la del ataque. "La hostilidad funciona para alguna gente, no para todo el mundo", ha dicho un exultante Trump, que ha vuelto a demostrar que, en su caso, esa hostilidadestá en el cajón de herramientas (una vez más ha
hablado despectivamente de sus rivales como
"mentiroso Ted" y "pequeño Marco"). Ha hablado en otro surrealista discurso (donde ha vuelto a hacer historia como el primer aspirante presidencial que promociona productos que llevan su apellido) y en la rueda de prensa que ha ofrecido en su club de golf en Jupiter (Florida).
Sus victorias son tan importantes como las derrotas que implican. La de Cruz, que ha quedado segundo en Mississippi y Ohio aunque se ha apuntado las primarias de Idaho, hace que se tambalee de nuevo el supuesto respaldo del voto evangélico sobre el que el senador de Tejas tiene basada buena parte de su estrategia y debilita su discurso de que es la única alternativa para ganar a Trump. El gobernador de Ohio John Kasich tenía puestas buena parte de sus esperanzas en lograr un resultado mejor que el tercer puesto en Michigan. Y Rubio ha vuelto a ser el gran derrotado, el protagonista del mayor desastre. Ni en Michigan ni en Mississippi ha alcanzado el porcentaje de votos necesarios para entrar en el reparto de delegados y se refuerza la cita del martes en Florida como una de vida o muerte para el joven senador.
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