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viernes, 2 de octubre de 2015

Florinda Ruiz Carpia, de 68 años y más conocida como la "Hermana Flor", es una de cinco finalistas en la versión mexicana de "Master Chef"




Una sencilla monja casi septuagenaria se ha convertido en una sensación televisiva en un esfuerzo por pagar las cuentas de su congregación.
Florinda Ruiz Carpia, de 68 años y más conocida como la “Hermana Flor”, es una de cinco finalistas en la versión mexicana de “Master Chef”, en el que compite por un primer premio de un millón de pesos (59.000 dólares), que ayudarían a aliviar en parte la deuda total de 7 millones de pesos que tiene la Congregación de la Pasión de Jesucristo, según los productores del programa.
La congregación contrajo la deuda para construir escuelas, según Alejandro Esquivel, productor del programa de TV Azteca.
José Antonio Barrientos, de los Misioneros Pasionistas, confirmó la existencia de la deuda y dijo que la orden teme además que nuevas normas oficiales hagan que algunas escuelas de la congregación no cumplan con esas pautas y requieran costosos arreglos.
La Hermana Flor ya ha superado varias rondas desde que arrancó el programa con 300 participantes y quedó entre las cinco finalistas. A tres semanas de la conclusión del concurso, la monja es tan popular que Esquivel no quiere pensar lo que podría pasar si no gana. Un panel de chefs profesionales elegirá al ganador tomando en cuenta el sabor, la presentación y la velocidad con que preparan sus platos.
“Creo que la popularidad de la hermana Flor se atribuye a que es una persona muy transparente, muy, muy humana y muy simpática”, declaró Esquivel. “Sería una decepción que salga cualquiera de los cinco. (Pero) Obviamente, con la hermana Flor sería una decepción mucho más grande porque tiene mucha, mucha empatía con gran parte de la audiencia”.
No todo es dulce para la Hermana Flor. De hecho, sus sabrosas salsas picantes son lo que la han llevado hasta donde está.
En un seminario en el estado central de Puebla donde cocina tres comidas al día para 150 seminaristas, la Hermana Flor dirige una operación simple, nutritiva y sustentable. Un pequeño molino muele maíz para preparar tortillas frescas, hay ovejas pastando, cerdos y pollos que comen los sobrantes de la cocina y lo que no comen los seminaristas es donado a hospitales de la zona.
Pero la monja no domina conceptos como la presentación de los platos, algo que no le preocupa en lo más mínimo cuando los hambrientos seminaristas llegan la comedor: Sirve la comida en una gran fuente en mesas para diez personas y los seminaristas se sirven ellos mismos.
También quedó descolocada cuando los jueces le pidieron que cocinase una langosta.
“Hay muchas cosas que no las hay aquí, que no las sé usar. Como cuando hice la langosta, un pescado que nunca he cocinado. No tenemos dinero para comprar esas cosas”, explicó.
Y ciertos cortes la intimidan.
“Hice una cosa como una chuleta, que me quedó cruda, por el grosor. Los filetes que usamos aquí son delgaditos como un papel, apenas se pone a la plancha y ya se coció”, relató. “Aquella estaba gruesa, y me quedó mal”.
Para acompañar un típico menú –carne, nopales asados, cebolla asada, arroz, frijoles y tortilla– la Hermana Flor usa ingredientes locales que no cuestan mucho y son llenadores.
“En México sí que hay chile, y mucho, mucho jitomate, cebolla…”, indicó. “Con eso se hace un guiso sabroso”.
Los tres jueces del programa están de acuerdo y siempre elogian sus salsas. La monja incorporó unos 31.000 seguidores a su cuenta de Twitter desde que comenzó el programa hace 15 semanas y sus admiradores colocan en su página de Facebook comentarios tipo “eres un ejemplo” o “la monja favorita de México”.
A la religiosa, no obstante, no se le suben los humos.
“No me hables de la fama. Hasta que no tenga el dinerito en la mano, no soy famosa”, declaró. “Todavía la fama no me hace nada, no me ha dado ni un quinto”.
Mirando atentamente a los tres o cuatro ayudantes que tiene en su cocina, la Hermana Flor dijo que “el dinero nunca sobra en una congregación religiosa. No se desperdicia”.
Afirmó que su sueño es ayudar a su orden a pagar sus deudas y a fundar misiones en Africa o en México.
“Tenemos deudas, tenemos misiones donde ayudamos. Este concurso que ofrece un millón de pesos me va a permitir ayudar”, manifestó.
Agregó que también le gustaría reclutar gente para su orden.
“A las chicas que me ven y quieren ser como yo, las quiero invitar a que vengan al convento, para que crezca la congregación y haya muchas hermanas Flor”.

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