El gobernador de Wisconsin, Scott Walker, se convirtió ayer lunes en el segundo de los 17 candidatos republicanos que renuncia a las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016. Walker anunció en una rueda de prensa la tarde de ayer lunes el fin de su campaña.
La decisión llega a los cinco días de que se celebrara el segundo debate televisivo de los candidatos conservadores y a los nueve de que pusiera fin a su aventura electoral el exgobernador de Texas Rick Perry.
Las cosas no han avanzado como esperaba Walker, de 47 años. Al anunciar su candidatura en julio, ocupaba la parte alta de las encuestas y era el mejor posicionado en las primarias del Estado de Iowa, que en febrero abrirán el proceso de nominación de los partidos. Ahora, sin embargo, apenas aparecía en los sondeos. Una encuesta del pasado fin de semana de la cadena CNN le concedía un apoyo de menos del 1% en todo EE UU.
Walker aspiraba a destacar por su experiencia en el rural Wisconsin como gestor económico de éxito que resta poder a los sindicatos, baja impuestos y recorta gastos. Y buscaba posicionarse entre los votantes más conservadores que defienden el aborto y se oponen al matrimonio homosexual.
Pero su candidatura se ha ido diluyendo con el paso del tiempo. Se ha visto perjudicado por el auge de outsiders políticos como Donald Trump (que encabeza las encuestas republicanas) y Ben Carson. No ha sonado convincente en ninguno de los dos debates televisivos. Y ha estado en desventaja, por su menor capacidad económica, respecto a las campañas de Trump y otros candidatos, como el exgobernador de Florida Jeb Bush, y el senador Marco Rubio.
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