La ópera es un género de música teatral grandilocuente, lleno de pasión y exageración. Su interacción con el espectador se basa en abrumarlo al presentar una obra literaria en su concepción musical más absoluta. Los textos son cantados y acompañados por los tonos máximos a los que el ser humano es capaz de llegar. No es de extrañar que el origen de este género sea italiano. Su obsesión por la perfección plástica en las artes es casi una tradición más, y algunos de sus directores de cine lo llevaban hasta sus últimas consecuencias.
Es casi imperdonable no darle todas las medallas al director que manejó la luz y el encuadre de sus obras como si se tratara de una pintura al óleo. Mario Bava, dedicado fervorosamente al cine de horror durante los sesenta, es definitivamente el cineasta que más obras de arte acumula en su filmografía: 'Seis mujeres para el asesino', 'Operazione paura' o 'La frusta e il corpo' son tres ejemplos. Pero en esta ocasión, y solo en esta ocasión, el discípulo consiguió superar al maestro. Dario Argento lograba la obra cumbre del horror mediterráneo recogiendo en cada uno de sus fotogramas todos los logros estéticos que el género había alcanzado en Italia hasta la fecha.
Irrealidad y sueños
Argento comenzó una trilogía tomando como base (vagamente) la obra de Thomas de Quincey 'Suspiria de Profundis'. En ella se evocaban tres figuras mitológicas, tres "madres" que representan los suspiros, la oscuridad y las lágrimas. Suspiria sería la primera (y la mejor) de las entregas, que no tienen relación entre sí salvo estas "madres", casi representaciones puras del mal. La idea de estas mujeres malvadas se combinó con una vieja historia que la guionista Daria Nicolodi había escuchado de pequeña en la que en una academia de baile se enseñaba la magia negra. Para terminar de cuajarlo, incluyó en el guión sus propias pesadillas, cinceladas con el molde de un cuento de hadas.Acostumbrado a filmar 'giallos' (películas de misterio y asesinatos a la italiana), el material sobrenatural del guión parecía una tarea desafiante para Argento. Nadie podía sospechar que precisamente esa falta de restricciones argumentales abría un abanico de posibilidades casi ilimitado. El director trabaja con ideas más que con una trama enrevesada, lo cual no significa que la historia sea un sinsentido, pero sí que es un factor secundario en la experiencia audiovisual que propone.
Suspiria es un trabajo único en cuanto a atmósfera. Se pueden rastrear referencias al expresionismo alemán y una paleta de colores histérica, trabajada por Argento según la versión de Blancanieves de Disney. Para ello, positivó el metraje con el prácticamente extinto sistema Technicolor. Su única meta era crear un universo propio que nadara entre la irrealidad y el estado mental de los sueños.
Colores y planos imposibles
Todo el diseño de producción enlaza con la idea de un lugar imposible: una escuela de danza en Alemania, en medio de la selva negra, con arquitectura demoníaca y colores salvajes. La influencia de los decorados abstractos de 'El gabinete del doctor Caligari' se complementan con escaleras y puntos de fuga imposibles. La luz no parece tener una fuente clara. No tiene sentido. Es lo opuesto a una iluminación realista. El contraste de rojos, verdes y azules corta la oscuridad y despierta lugares ocultos, fondos misteriosos y casi un mundo paralelo dentro de las habitaciones y pasillos de la escuela. Nada parece haber sido puesto o diseñado al azar.El hecho de que un filme de terror sea tan estilizado conecta con la tradición gótica del género y evita un tipo de horror basado en hacerte saltar con los sustos o el impacto gratuito. El verdadero poder de sus imágenes es crear una creciente sensación de incomodidad, no llega a dar miedo puro, pero sí se mete bajo la piel. Esto no significa que todo sea sugerencia o que el director renuncie a uno de sus puntos fuertes: orquestar las escenas de asesinato como si de una pieza exquisita y macabra se tratara.
Los asesinatos lo conectan con el 'giallo', pero aquí el misterio es lo sobrenatural, todo es extraño. Incluso ayuda el inusual hecho de que fuera una película de marcados acentos femeninos (todas las protagonistas principales son mujeres) donde el hombre aparece vagamente representado: solo hay un ciego, un mudo y un jovencito gay (nuestro maravilloso Miguel Bosé).
La guinda de la tarta la pone la banda sonora. Diseñada por el propio Argento (junto a la banda Goblin), sigue un leitmotiv casi infantil. La cascada de sonido está presente en toda la película, pero va creando un muro de sonido que tira de nuestro cerebro hacia el mundo de las pesadillas, donde parecen moverse los personajes. El tema principal es un crescendo cacofónico que no es fácil de olvidar. De hecho, ha sido utilizado, versionado y alterado en infinidad de ocasiones.
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