El orfanato de Ayitimoun Yo, creado en Haití por una española y un francés, representa un alivio para al menos 40 niños que vivían en las calles del país, la mayoría huérfanos que perdieron a sus padres o se vieron obligados a abandonar a su familia por la pobreza.
"La historia de estos niños es la de demasiados otros que aún están en las calles", contó a Efe Lucía Lantero, una de las fundadoras de la casa de acogida.
Durante este verano, las ONG "Ayitimoun Yo" y "Lo que de Verdad Importa" organizaron un campamento para apoyar a los niños del orfanato y de la comunidad de Anse-a-Pitres (sur oriental), que según dijeron los coordinadores del voluntariado internacional, Diego Rafales y Romana Pérez-Caballero, llegó a tener a 200 menores.
Diego Rafales relató a Efe que muchos de los menores del centro de acogida intentaban sobrevivir en las calles como mendigos y, además, contó que algunos de los niños habían sido forzados a ser esclavos.
Ayitimoun Yo fue creada por Lucía Lantero y Alexis Derache, "dos personas con un corazón inmenso", según cuentan quienes los conocen y han compartido la experiencia de cooperar con ellos.
La iniciativa de crear el centro de acogida surgió para cubrir las necesidades vitales de los niños de la zona de Anse-a-Pitres, al comprobar Alexis y Lucía las duras condiciones a las que se enfrentan a diario muchos menores haitianos.
Para ello invirtieron todos sus ahorros, y para que el proyecto se mantuviera en pie contaron con el apoyo económico de sus familias, amigos y conocidos.
También donaciones privadas han permitido que Ayitimoun Yo, a día de hoy, siga activa y materializando proyectos.
Todos los trabajadores de Ayitimoun Yo son miembros de la comunidad de Anse-à- Pitre y sus alrededores, algo que la organización considera fundamental para afrontar la problemática de los niños de la zona que viven en la calle.
Diego Rafales opinó que la propia comunidad "debe implicarse en el proyecto".
Los niños que viven en la calle, lo hacen en una situación de vulnerabilidad extrema por la exposición a numerosas enfermedades o a la explotación infantil, entre otros peligros.
"Los niños que pertenecen a Ayitimoun Yo, que están cerca de superar o han superado la barrera de los 18 años, se suelen implicar en las labores diarias de la ONG a cambio de un pequeño sueldo, con el objetivo de que se sientan partícipes directos de los proyectos y sean ellos mismos los que en un futuro puedan seguir adelante con ellos", sostuvo el voluntario.
En el campamento de verano, "el famoso virus del Chikungunya afectó a muchos de los niños causándoles fuertes fiebres y dolores articulares", contó Rafales.
En este sentido, explicó que Ayitimoun Yo cuenta con los recursos básicos en materia de salud, y para cualquier "problema más serio se recurre a los servicios de República Dominicana, donde la mayoría de las veces no ha habido problemas".
Entre los momentos de más satisfacción de este voluntario, destaca el caso de Geremi, un niño que sin haber cumplido los 10 años sufrió una fuerte caída en la que se lesionó las piernas.
"Tras una mala operación, Geremi quedó en silla de ruedas, cuando el problema se hubiera podido solucionar si hubiera tenido la suerte de nacer en un país con más medios", agregó Diego Rafales.
Ahora, con 16 años, explicó que su situación no ha cambiado y, a pesar de su incapacidad, "quisimos involucrar a Geremi en el campamento, así que diariamente fuimos a buscarlo a casa por las mañanas para trasladarlo al centro donde se impartían las actividades". EFE
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