La trágica muerte del candidato a la presidencia de Brasil Eduardo Campos enlutó la campaña para las elecciones de octubre y sembró interrogantes en un proceso en el que la mandataria Dilma Rousseff aparece como favorita.
Campos, de 49 años, falleció en un accidente aéreo ayer junto a otras seis personas en la ciudad de Santos, donde tenía compromisos de campaña, y hasta ahora era tercero en las encuestas con un 10 % de intención de voto, por detrás de Rousseff, con el 38 %, y del socialdemócrata Aécio Neves, a quien se le adjudica un 23 %.
Si esos pronósticos fueran ciertos, sería necesaria una segunda vuelta en la que los analistas coincidían en que sería clave el papel de Campos como fiel de la balanza.
El avión en que viajaba Campos se estrelló contra unas edificaciones en circunstancias aún no esclarecidas, pero en medio de una fuerte lluvia y condiciones climáticas adversas.
El candidato del Partido Socialista Brasileño (PSB) venía destacándose en la campaña por su voz crítica a un sistema político que, sostenía, debía renovarse pues se había "anquilosado", "corrompido" y puesto al servicio de "viejos caudillos de la vieja política".
En los últimos dos meses insistió en que "la sociedad ya no quiere ser gobernada de arriba hacia abajo", muletilla que repitió el pasado martes en una entrevista con el canal de televisión Globo, que resultó ser la última.
Tras su muerte, las normas electorales dicen que el PSB tendrá un plazo de diez días para nombrar otro candidato presidencial, si es que pretende mantener un abanderado propio.
En medio de la congoja, ningún dirigente del PSB se atrevió a hablar hoy del futuro electoral, aunque los analistas coincidieron en que lo "natural" sería proponer a la ecologista Marina Silva, hasta ahora candidata a vicepresidenta en la fórmula de Campos.
Silva, una cáustica disidente del Partido de los Trabajadores (PT) que lidera Rousseff, quedó tercera en las elecciones de 2010 con casi un 20 % y se alió a Campos tras no poder formalizar a tiempo su propio partido para postular nuevamente a la Presidencia.
"Habrá que esperar la decisión del PSB, pero sería lógico que la sustituta sea Marina Silva", dijo a los periodistas el economista José Sarney Maílson da Nóbrega, quien hoy debía presentar a Campos en un congreso sobre acero que se celebra en Santos.
La probable irrupción de Silva en el proceso, ahora en plan de candidata presidencial, pudiera alterar el cuadro actual, aunque la duda es si le restaría votos a Rousseff o a Neves, o si simplemente no tendría impacto alguno.
También se desconoce si Silva podrá mantener unidos al PSB y a su Red Sustentabilidad con otros cuatro pequeños partidos que apoyaban la candidatura de Campos y ahora deberán redefinir su posición.
Dada la proximidad de las elecciones y al breve plazo para una decisión, el cabildeo no podrá esperar los tiempos del luto y el PSB deberá pronunciarse en los próximos días.
La muerte de Campos, quien fue diputado, ministro y gobernador del estado de Permanbuco, conmocionó al país, llevó a los otros diez candidatos presidenciales a suspender sus campañas y generó muestras de pesar que se multiplicaron en la política y las redes sociales.
"Estoy tristísima", confesó Rousseff en una nota oficial en la que declaró tres días de luto nacional por la muerte del adversario que, en septiembre pasado, promovió la ruptura del PSB con su Gobierno para postular a la Presidencia.
Rousseff volvió a pronunciarse luego, en un mensaje televisado a la Nación, en el que deseó que "el ejemplo de Eduardo sirva para mantenerlo vivo en la memoria y los corazones de los brasileños".
El socialdemócrata Neves también dio muestras de pesar y afirmó que "Brasil pierde a uno de sus más talentosos políticos, que siempre luchó con idealismo por aquello en lo que creía".
Fuentes de los comandos de campaña de Rousseff y Neves dijeron que ambos prevén asistir al funeral de Campos, que se celebrará en Recife, capital de su natal Pernambuco, estado que gobernó entre 2007 y el pasado abril, cuando dimitió para postular a la Presidencia.
El líder del PSB murió exactamente nueve años después que su abuelo, Miguel Arraes, histórico líder socialista brasileño que le introdujo en la política desde pequeño.
Junto a él será sepultado mañana en el cementerio de Santo Amaro de la capital de Pernambuco, estado en el que el político fallecido tenía una popularidad cercana al 90 %. EFE
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