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miércoles, 26 de marzo de 2014
SATELITE PONE FIN A ESPECULACIONES SOBRE AVION DE MALAYSIA AIRLINES No hubo nada concreto hasta anoche
A lo largo de 17 días y noches –hasta que el primer ministro malayo dio a conocer los resultados de una investigación–, la suerte corrida por el vuelo 370 dio lugar a todo tipo de conjeturas y alimentó tenues esperanzas.
Muchas tragedias nos han subyugado a fuerza de crueles detalles. Pero la desaparición del Boeing 777 que se dirigía a Beijing sin alertas ni explicaciones hizo volar la imaginación de la gente en todo el mundo, en buena medida por la ausencia de información sólida o de pistas.
No hubo nada concreto hasta la noche del lunes, cuando el primer ministro Najib Razak anunció que un análisis de las últimas señales emitidas por el avión y captadas por satélites revelaron que el aparato se había caído en algún lugar de las desoladas aguas al sur del océano Indico y que todos los ocupantes habían fallecido.
Fue el punto culminante de uno de los misterios más hondos de los tiempos modernos. La declaración de Najib ofreció algunas certezas –el aparato se vino abajo– y poco más. No se han encontrado escombros ni a los pasajeros, ni se sabe cuáles fueron las causas de la tragedia. Averiguarlo implicará una tarea ímproba en un océano despiadado en uno de los extremos de la Tierra.
El rompecabezas en torno al Vuelo 370 se complica por la ausencia de datos concretos desde que desapareció la noche del 8 de marzo cuando se dirigía de Kuala Lumpur a la capital china. Nadie puede decir lo que sucedió en la cabina de mando o en la zona de pasajeros. O quién es el responsable de lo acontecido. O qué rumbo tomó: norte, sur, hacia abajo. O qué pasó con los 239 ocupantes.
Investigadores, parientes y periodistas enfocaron inicialmente toda su atención en dos pasajeros iraníes que habían usado pasaportes falsos. Luego en unas manchas de petróleo en el Golfo de Tailandia. Posteriormente en versiones de que entre los pasajeros había un uigur que podía tener alguna vendetta contra China y finalmente en un simulador de vuelos que uno de los pilotos tenía en su casa.
La reticencia de las autoridades malayas a revelar lo que sabían y a contradecirse alimentaba la incertidumbre. Ante la escasez de evidencia y de escombros, todo el mundo especulaba, incluidos expertos.
En casos como este, todo el mundo parece identificarse con la tragedia. “Cuando desaparece un avión, se unen todos los ciudadanos del mundo. Las personas desaparecidas pudieron ser cualquiera de nosotros”, comentó el líder opositor australiano Bill Shorten.
Los parientes de los desaparecidos, mientras tanto, se aferraban a la ilusión de que no habían muerto.
“Querido, espero que puedas descansar donde sea que estés y que te estén alimentando”, escribió Sarah Bajc la semana pasada en Facebook a su novio Philip Wood, un estadounidense que viajaba en el avión. “¿Habrá alguna posibilidad de que te den un vaso de vino con la cena?”.
Ese fue uno de varios comentarios llenos de amor que le hizo a su novio por vía electrónica.
Las familias de los viajeros lucharon denodadamente por conseguir información. Con el correr del tiempo fue creciendo la ira hacia las autoridades malayas, a las que acusaron de retener información.
El 20 de marzo el primer ministro australiano Tony Abbott causó conmoción al pararse durante una sesión rutinaria del parlamento y leer un comunicado que decía: “Ha salido a la luz información nueva y verosímil de que hay que buscar el avión en el sur del océano Indico”, expresó, añadiendo que tenían información satelital “de objetos que podrían estar relacionados con la búsqueda”.
Los objetos –dos masas amorfas blanquecinas fotografiadas por satélites– fueron ubicados en un sector del océano Indico en el medio de la nada. La masa de tierra más cercana era la costa oeste de Australia, a 2.500 kilómetros (1.550 millas).
Se intensificó la búsqueda, en la que participaron aviones de Australia, Estados Unidos, Nueva Zelanda, China y Japón. Australia envió también un barco.
Surgieron más pistas, incluidos unos objetos flotantes y fotos satelitales. Y se despacharon más barcos tratando de hallar los objetos.
Pero salvo por la conclusión de los analistas basada en información satelital, no hay nada concreto que ayude a encontrar respuestas. Ni hay certezas de que alguna vez se puedan encontrar los restos del avión.
Bajc, la mujer que insistía en que su novio estaba vivo, dice que necesita pruebas concretas sobre su muerte. “Pero no puedo seguir mis esfuerzos públicos desafiando la ley de las probabilidades”, señaló. “Sigo sintiendo su presencia. Tal vez es su alma lo que siempre sentí presente”.