El 19 de marzo de 1844 se libró la primera gran
acción de guerra entre tropas dominicanas al mando del General Pedro
Santana y el grueso de las fuerzas expedicionarias haitianas encabezadas
por el Presidente Charles Hérard ainé, la cual tiene lugar a la entrada
de la población de Azua, por el camino de San Juan, en donde formó
Santana su línea de batalla defendida por dos piezas de artillería: una a
cargo de Francisco Soñé, y la otra a cargo del Teniente José del Carmen
García. Estas cañones se ubicaron en el centro de la villa, frente al
camino de San Juan.
Las tropas dominicanas estaban distribuídas de la siguiente manera:
En el Camino del Barro (noroeste del pueblo), la fuerza de la fusilería azuana comandada por el capitán Vicente Noble;
En el Fuerte Resolí, en un pequeño cerro al norte y
en la orilla derecha del río Vía, 200 hombres al mando de Nicolás Mañón
(Nota: no confundir este fuerte con el localizado en Najayo Arriba, San
Cristóbal);
En centro de la villa, frente al camino de San
Juan, se encontraban dos cañones, uno manejado por Francisco Soñé y otro
por José del Carmen García;
En Los Conucos y camino a Las
Clavellinas (suroeste del pueblo), se encontraba una fuerza de
artillería comandada por Matías de Vargas, José Leger y Federico
Martínez.
El combate se generalizó desde las siete y media
de la mañana y, luego que los dominicanos rechazaron varios ataques
dirigidos a abrir brechas por los flancos, la lucha se entabló, con todo
vigor, en toda la línea al oeste del pueblo.
El historiador José Gabriel García relata que
aunque los expedicionarios haitianos pelearon "con denuedo y sus jefes
dieron pruebas ostensibles de pericia e intrepidez, la defensa fue
superior al ataque, pues los encargados de ella aunaron sus
esfuerzos..."
Continúa García: "...los invasores se vieron al
fin obligados a retroceder y batirse en retirada, primero los que venía
por el camino de San Juan, aterrorizados por los efectos del cañón;
después los que venían por Los Conucos, envueltos en la derrota de
éstos; y en última los que marchaban por El Barro, que fueron los que
más resistieron, dejando el campo en que maniobraron sembrado de
cadáveres y despojos militares..."
Derrotados por todas partes, los haitianos "se
retiraron, por último, a un lugar en que el camino forma un codo y se
encontraron así al abrigo del fuego de los dominicanos. Los haitianos
podían ser 5,000 en el momento del ataque. Los dominicanos reunidos en
Azua y en un pequeño fuerte que domina el pueblo, a orillas del Vía,
presentaban un efectivo de 1,500 hombres de los cuales sólo 800 tomaron
parte en la acción que duró tres horas. Los haitianos se retiraron
dejando en el campo de batalla una gran cantidad de muertos entre los
cuales se cuentan dos generales, tres coroneles y un gran número de
oficiales de todos los grados". (Carta del Cónsul St.-Denys al Ministro
de Asuntos Extranjeros de Francia, del 25 de marzo de 1844).
Por la noche, Santana organizó sus tropas y
abandonó Azua junto con sus pobladores, retirándose hacia Sabana Buey.
En el camino dejó dispuestas sus tropas colocándolas en diferentes
puntos estratégicos, especialmente en el paso del desfiladero de El
Número, en donde el General Antonio Duvergé quedó a cargo de la defensa.
(Esta retirada de Santana, luego de haber ganado la Batalla de Azua, ha
sido uno de los puntos más controversiales de nuestra historia
republicana.)
Al otro día, cuando los haitianos se preparaban
para atacar, se dieron cuenta de que Azua estaba desierta y entonces
procedieron a ocuparla el día 20 de marzo de 1844, según el historiador
haitiano Thomas Madiou, al señalar: "Todos los habitantes la habían
evacuado: los haitianos no vieron sino dos mujeres, de las cuales una
era loca y la otra de edad muy avanzada, y algunos animales. El 21 llegó
el General Souffrant a la cabeza de su columna, que tenía tres días de
retardo a causa de las emboscadas que se había visto obligado a
combatir, casi diariamente, desde su salida de Neiba".
El 31 de marzo, el Almirante francés de Moges, a
bordo de la Fragata "La Neréide", se sitúa en la Bahía de Ocoa y desde
allí le dirige una comunicación al Presidente de Haití, Charles Hérard,
en su cuartel general de Azua, para incitarlo a la conciliación con los
dominicanos y para reiterarle la propuesta que le hizo el 8 de marzo el
Cónsul Levasseur, para que aceptara la mediación de Francia en la
terminación del diferendo sin derramamiento de sangre y sin odios.
Al día siguiente, 1ro. de abril, de Moges
desembarca y se traslada a Azua, en donde sostiene una entrevista con el
Presidente Hérard, en su cuartel general, en relación con la cual al
día siguiente escribe un reporte al Cónsul Saint-Dennys, en el cual
expresa estas informaciones: Hérard cree que el movimiento dominicano no
es la obra del pueblo, sino de la clase superior, que quiere tener
participación exclusiva en los asuntos y los empleos; Hérard explica que
sólo hará la guerra contra esos rebeldes, por tanto no quiere
apresurarse a fin de dar al pueblo la oportunidad de reflexionar y de
retornar a la autoridad haitiana; dice, también, que los españoles
(nombre con que designaba a los dominicanos) pudieron haber planteado
sus aspiraciones independentistas cuando se revisaba la Constitución en
1843, pero que ahora esto era intempestivo; y, por último, afirma que
viene como pacificador, y no como un triunfador, por lo que no comprende
la necesidad de una mediación extranjera, ya que esto sólo estaría en
orden si los ejércitos dominicanos fueran numerosos y la lucha por Santo
Domingo fuera muy sangrienta.
El 10 de abril de 1844, Hérard lanza desde Azua
una nueva Proclama por virtud de la cual anuncia que en breves días
Santo Domingo "verá sus muros abiertos ante sus columnas victoriosas", a
la vez que formula el juramento de "no deponer las armas sino después
de haber sometido a la obediencia a los rebeldes de la parte oriental de
la República y de haber impuesto silencio a la voz envenenada de la
discordia".