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domingo, 3 de noviembre de 2013
Fiscalía federal somete cargos contra pistolero de aeropuerto de Los Ángeles
Fiscales federales presenta hoy un cargo de homicidio contra el joven armado que emprendió una balacera en el aeropuerto internacional de Los Angeles, donde dio muerte a un agente de origen salvadoreño, por lo que podría enfrentar la pena de muerte.
Las autoridades arrestaron a Paul Ciancia por el ataque a tiros que escenificó el viernes y en el que también resultaron heridas cinco personas, entre estas dos agentes federales de seguridad. El fallecido fue el agente Gerardo Hernández, de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA por sus siglas en inglés).
Ciancia, de 23 años y herido en el tiroteo, también fue acusado de perpetrar violencia en un aeropuerto internacional.
El joven estaba decidido a atacar a la TSA, al afirmar en una nota escrita que deseaba matar cuando menos un agente de esa dependencia sin importarle quién, dijeron las autoridades.
Se desconoce por qué Ciancia, mecánico de motocicletas desempleado, atacó a la TSA, pero la nota encontrada en su bolsa de viaje dejaba entrever su disposición a matar a cualquier agente de seguridad del aeropuerto al que pudiera confrontar con su fusil semiautomático AR-15.
"Sea negro, blanco, amarillo o café, yo no discrimino", dice la nota, de acuerdo con la paráfrasis de un funcionario policial enterado de las investigaciones. El funcionario solicitó el anonimato porque no estaba autorizado a hacer declaraciones a la prensa.
El individuo que está en calidad de detenido también mencionaba en su texto "moneda fiduciaria" y NOM —posible referencia al nuevo orden mundial_, una teoría sobre el establecimiento de un gobierno mundial totalitario.
La terminal 3, donde ocurrió el viernes el tiroteo, fue reabierta el sábado en la tarde. Los pasajeros que abandonaron sus equipajes para escapar de las balas, recibieron autorización para que regresaran a recoger sus maletas.
"Cuando se le desafía, la ciudad de Los Angeles está lista y sabe cómo responder. Esta es una ciudad difícil", declaró el concejal Mike Bonin, cuyo distrito incluye el aeropuerto.
Bonin elogió a la policía del aeropuerto al afirmar que los agentes "salvaron incontables vidas" con una respuesta rápida "totalmente ejemplar".
La TSA tenía previsto revisar sus políticas de seguridad debido a la balacera. El administrador de la TSA, John Pistole, no precisó si esa revisión implicaría armar a los agentes.
A medida que regresaba la normalidad en el aeropuerto, surgían nuevos detalles sobre Ciancia, quien según todos los testimonios era una persona reservada y solitaria.
El viernes, el padre de Ciancia llamó a la policía en Nueva Jersey, preocupado por su hijo en Los Angeles. El joven había enviado mensajes de texto a su familia en los que dejaba entrever que podría estar en problemas y en un momento incluso se despedía.
La llamada llegó demasiado tarde. Diez minutos antes, Ciancia había ingresado a pie en el aeropuerto, sacado el fusil de su bolsa y comenzado a disparar contra agentes de la TSA, dijo la policía.
Cuando paró el tiroteo, un agente estaba muerto y cinco personas más heridas, entre éstas dos empleados de la TSA y el agresor mismo.
En un cacheo que hizo la policía en el lugar, Ciancia tenía cinco cargadores de 30 cartuchos cada uno, y en la bolsa traía "cientos de cartuchos en cajas de 20 unidades cada una", dijo el funcionario policial.
Las autoridades identificaron al fallecido como Gerardo I. Hernández, de 39 años, el primer agente en los 12 años de existencia de la TSA que cae muerto en el cumplimiento del deber.
La viuda del agente Hernández, Ana, dijo el sábado que su esposo había llegado a los 15 años a Estados Unidos procedente de El Salvador. La pareja, que se había casado el Día de San Valentín en 1998, tenía dos hijos.
Ana Hernández hizo sus declaraciones afuera de la casa donde vivía con su esposo en el norte del centro de Los Angeles.
Amigos y vecinos recordaron a Hernández como un padre complaciente y un buen vecino que había ido casa por casa para avisar a los vecinos que tuvieran precaución luego de que su vivienda en el área de Porter Ranch de Los Angeles fuera robada.
Allen Cummings, jefe policial en Pennsville, un pequeño pueblo de clase trabajadora cerca del río Delaware, donde creció Ciancia, dijo que él conoce desde hace más de 20 años al padre del joven, también llamado Paul. El padre le había llamado el viernes al mediodía para informarle del contenido preocupante de los mensajes de Ciancia.
Fiscales federales presenta hoy un cargo de homicidio contra el joven armado que emprendió una balacera en el aeropuerto internacional de Los Angeles, donde dio muerte a un agente de origen salvadoreño, por lo que podría enfrentar la pena de muerte.
Las autoridades arrestaron a Paul Ciancia por el ataque a tiros que escenificó el pasado viernes y en el que también resultaron heridas cinco personas, entre estas dos agentes federales de seguridad. El fallecido fue el agente Gerardo Hernández, de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA por sus siglas en inglés).
Ciancia, de 23 años y herido en el tiroteo, también fue acusado de perpetrar violencia en un aeropuerto internacional.
El joven estaba decidido a atacar a la TSA, al afirmar en una nota escrita que deseaba matar cuando menos un agente de esa dependencia sin importarle quién, dijeron las autoridades.
Se desconoce por qué Ciancia, mecánico de motocicletas desempleado, atacó a la TSA, pero la nota encontrada en su bolsa de viaje dejaba entrever su disposición a matar a cualquier agente de seguridad del aeropuerto al que pudiera confrontar con su fusil semiautomático AR-15.
"Sea negro, blanco, amarillo o café, yo no discrimino", dice la nota, de acuerdo con la paráfrasis de un funcionario policial enterado de las investigaciones. El funcionario solicitó el anonimato porque no estaba autorizado a hacer declaraciones a la prensa.
El individuo que está en calidad de detenido también mencionaba en su texto "moneda fiduciaria" y NOM —posible referencia al nuevo orden mundial_, una teoría sobre el establecimiento de un gobierno mundial totalitario.
La terminal 3, donde ocurrió el pasado viernes el tiroteo, fue reabierta el sábado en la tarde. Los pasajeros que abandonaron sus equipajes para escapar de las balas, recibieron autorización para que regresaran a recoger sus maletas.
"Cuando se le desafía, la ciudad de Los Angeles está lista y sabe cómo responder. Esta es una ciudad difícil", declaró el concejal Mike Bonin, cuyo distrito incluye el aeropuerto.
Bonin elogió a la policía del aeropuerto al afirmar que los agentes "salvaron incontables vidas" con una respuesta rápida "totalmente ejemplar".
La TSA tenía previsto revisar sus políticas de seguridad debido a la balacera. El administrador de la TSA, John Pistole, no precisó si esa revisión implicaría armar a los agentes.
A medida que regresaba la normalidad en el aeropuerto, surgían nuevos detalles sobre Ciancia, quien según todos los testimonios era una persona reservada y solitaria.
El pasado viernes, el padre de Ciancia llamó a la policía en Nueva Jersey, preocupado por su hijo en Los Angeles. El joven había enviado mensajes de texto a su familia en los que dejaba entrever que podría estar en problemas y en un momento incluso se despedía.
La llamada llegó demasiado tarde. Diez minutos antes, Ciancia había ingresado a pie en el aeropuerto, sacado el fusil de su bolsa y comenzado a disparar contra agentes de la TSA, dijo la policía.
Cuando paró el tiroteo, un agente estaba muerto y cinco personas más heridas, entre éstas dos empleados de la TSA y el agresor mismo.
En un cacheo que hizo la policía en el lugar, Ciancia tenía cinco cargadores de 30 cartuchos cada uno, y en la bolsa traía "cientos de cartuchos en cajas de 20 unidades cada una", dijo el funcionario policial.
Las autoridades identificaron al fallecido como Gerardo I. Hernández, de 39 años, el primer agente en los 12 años de existencia de la TSA que cae muerto en el cumplimiento del deber.
La viuda del agente Hernández, Ana, dijo el sábado que su esposo había llegado a los 15 años a Estados Unidos procedente de El Salvador. La pareja, que se había casado el Día de San Valentín en 1998, tenía dos hijos.
Ana Hernández hizo sus declaraciones afuera de la casa donde vivía con su esposo en el norte del centro de Los Angeles.
Amigos y vecinos recordaron a Hernández como un padre complaciente y un buen vecino que había ido casa por casa para avisar a los vecinos que tuvieran precaución luego de que su vivienda en el área de Porter Ranch de Los Angeles fuera robada.
Allen Cummings, jefe policial en Pennsville, un pequeño pueblo de clase trabajadora cerca del río Delaware, donde creció Ciancia, dijo que él conoce desde hace más de 20 años al padre del joven, también llamado Paul. El padre le había llamado el viernes al mediodía para informarle del contenido preocupante de los mensajes de Ciancia.