¿Los países habitarán por siempre sus sueños inaugurales? La
geografía panameña y su vocación de tránsito se traslucen en las
manifestaciones artísticas de la nación pero no logran tener un reflejo
importante a nivel internacional. La pugna entre individuo y naturaleza
que supuso una obra como el Canal de Panamá, que cumplirá su centenario
en 2014, se nos ha quedado en los huesos. Quizá eso seamos quienes
vivimos en esta región del planeta: hombres y mujeres cruzados por el
mar. O tal vez solo sea signo de nuestra juventud como república.
Aunque abrazada por el Atlántico y el Pacífico, nuestra cultura es
muy caribeña. Es hasta nuestros tiempos, como si los 500 años del
recorrido que hiciera Vasco Núñez de Balboa para avistar el Mar del Sur,
que Panamá empieza a mirar de frente e integrarse en el Pacífico.
Aunque su cultura, en un proceso aún joven, ha dado ya significativos
aportes. Panamá es más que figuras universales como los músicos Rubén
Blades y Omar Alfanno.
Música: impone el ritmo
Luis Russell, quien en 1929 se convirtió en uno de los jazzistas más
importantes de Nueva York, nació en la panameña Bocas del Toro. El
aporte del país a esta música se mantiene con artistas como Danilo Pérez
que ha compartido escenario con músicos como Dizzy Gillespie y Tito Puente, y recibido reconocimientos de la revista Downbeat y ganado el Jazziz Critics Choice Award. Fue el primer latinoamericano que formó parte del grupo de Wynton Marsalis. Su disco PanaMonk fue designado como una «obra maestra del jazz» por The New York Times.
Según Mario García Hudson y Francisco Buckley, estudiosos de la
música, el istmo siempre ha sido un espacio de convergencia y fusión de
ritmos. Panamá contribuyó de manera importante al surgimiento y
modelación de la salsa tal como se conoce. Buckley escribe en el libro La música salsa en Panamá y algo más
que este país siempre ha sido un punto de convergencia y generación de
fusiones musicales. Ahí brilla Rubén Blades, que con su voz puso a
bailar a medio mundo, tras una carrera gestada en medio de influencias
trenzadas: música cubana, puertorriqueña y ritmos oriundos del país.
Incluso hay ritmos globales cuyos padres han sido panameños: el reggaeton, que es aquello que en los ochenta fue el reggae en español, surge de Nando Boom, Fernando Orlando Brown y Edgardo Franco el General.
En la actualidad, Cienfue, Carlos Méndez, Señor Loop y Los Rabanes
reflejan los variados ritmos que Panamá vio nacer. Para Lilo Sánchez,
vocalista de Señor Loop, este país se puede definir con una palabra:
improvisación.
Literatura: de la Historia al cuento
El cuento ocupa un lugar central en la literatura de Panamá. Enrique
Jaramillo Levi, cuentista y promotor literario, sostiene que desde la
década de los noventa ha habido una eclosión de este género. Narraciones
que al mirar atrás tienen nombres tan destacados como Rogelio Sinán y
llegan hasta el presente con autores como Gloria Guardia. Aunque Panamá
no ha dado una figura literaria de reconocimiento mundial, como sí la
tienen otros países latinoamericanos, cuenta con nombres destacados como
el de Octavio Méndez Pereira, autor de Núñez de Balboa: El tesoro del Dabaibe,
una de las novelas históricas más reconocidas del país. Teniendo en
cuenta su importancia, la Academia Panameña ha hecho una edición
conmemorativa de esta obra para presentarla en el VI Congreso de la
Lengua (editada por Alfaguara), coincidiendo con el quinto centenario
del avistamiento del Pacífico.
Entre los actuales escritores urbanos, que reflejan el mestizaje
cultural, figuran nombres como el de Lili Mendoza y Melanie Taylor.
“Somos hijos del Caribe, y al mismo tiempo, herederos de tantas voces
provenientes de los cuatro puntos cardinales”, asegura Daniel Domínguez,
crítico del diario La Prensa. De esa definición surgen otros
grupos menos interesados en apropiarse de códigos culturales como Lucy
Chau, Gonzalo Menéndez, Luigi Lescure y José Luis Rodríguez Pittí. Raúl
Altamar ha explorado, desde el ensayo o el artículo, sus visiones
particulares del país. Juan David Morgan se ha mantenido fiel al género
de novela histórica, como lo ha hecho Ramón Francisco Jurado con el
género policial. Ramón Fonseca Mora y Rose Marie Tapia han buscado al
gran público. Y Rosa María Britton sigue presente en los programas
escolares.
Sin embargo, como opina la ministra de Educación, Lucinda Molinar,
hace falta que se preste más atención al interior del país y enaltecer
la cultura de sus orígenes: “Debemos, a la vez que se promociona a
Panamá como cultura turística, internalizar en los jóvenes, a través de
la instrucción, nuestra cultura y el deseo de la conservación de nuestro
patrimonio histórico y geográfico para las futuras generaciones”.
Cine: poco fotograma
¿Conoce usted otro cine que no sea el norteamericano
(estadounidense)?. Es la pregunta que se formula en muchos países del
entorno. La película panameña que más impacto ha tenido en los últimos
tiempos ha sido Chance (2009), del judío-panameño Abner Benaim.
Y alrededor de ella se ha extendido, más o menos, el desierto. No se
producen imágenes de Panamá. Al parecer, en los próximos años, se hará
una importante inversión gubernamental en este sentido.
Arte: la herencia del istmo
La construcción del Canal de Panamá y del ferrocarril interoceánico
dejaron su huella en el arte local, pero más que nada gracias a quienes
transitaban por el istmo: la pintura de esta época se debe a extranjeros
que utilizaron nuestro país como punto de emigración a otras tierras.
Desde diferentes perspectivas y con técnicas diversas, los panameños
comenzaron a mirarse en su entorno a partir del siglo XX. Alfredo
Sinclair, con su talento, atrajo la mirada del mundo a este brazo de
tierra firme. Y su hija, Olga Sinclair, heredera de su fuerza, se ha
consolidado como artista en los últimos años. Brooke Alfaro es un
referente en lo que a estilo pictórico se refiere y Sandra Eleta ha
sabido iluminar la visión del Caribe panameño. Jonathan Harker es uno de
los artistas emergentes significativos y con varios premios
internacionales.
Panamá es una serpiente que se muerde la cola. La pregunta inicial
regresa: ¿Los países habitarán por siempre sus sueños inaugurales? Mucho
se ha dicho de las ventajas del canal interoceánico panameño, pero
¿existen desventajas? Un estudio de Rodrigo Miró, intelectual muy
recordado en nuestro país, hizo notar que nuestro siglo XIX fue mucho
más fructífero en actividades culturales que el siglo posterior. La
diferencia es la existencia del canal interoceánico. El arte marcha
siempre a contracorriente del comercio. La pregunta que surge, entonces,
es si los hombres y mujeres cruzados por el mar lograrán conciliar su
paradoja.
Carlos Wynter Melo es escritor. Su última novela es Nostalgia de escuchar tu risa loca.