Un nuevo acto de violencia indiscriminada interrumpe otra vez la actividad política de Estados Unidos en un momento crucial en que Barack Obama trata de recuperar la iniciativa y darle vitalidad a una gestión que avanza sin éxitos en su segundo mandato.
Obama había anunciado ayer un discurso relevante sobre la marcha de la economía con motivo de cumplirse el quinto aniversario del estallido de la crisis financiera que condujo a una recesión en parte del mundo. Ese discurso debía marcar la voluntad del presidente, que ha consumido sus últimas semanas dedicado a la situación en Siria, de devolver la atención a los problemas nacionales. De hecho, así lo dijo: “Mi máxima prioridad sigue siendo levantar la economía”.
Pero, lejos de conseguir que ese mensaje trascendiera, Obama estuvo a punto de tener que suspender su discurso –ha recibido algunas críticas por mantenerlo- y tuvo que iniciar su intervención con unas palabras para prometer que los culpables del “acto cobarde” cometido en las instalaciones de la Marina responderán ante la justicia. Palabras similares a las que en meses pasados pronunció con motivo del atentado en el maratón de Boston, la matanza de niños en Newtown, el ataque en el cine de Aurora y, antes de eso, el asesinato de 13 personas en la base militar de Fort Hood, que era hasta ahora la cifra más alta de muertos en una instalación militar en territorio norteamericano.