La preferencia de los padres hacia uno de sus hijos dejó de ser un
mito para convertirse en una realidad. Así lo demostraron
investigaciones recientes, como la realizada por la doctora Katherine
Conger, docente de Desarrollo humano y estudios familiares de la
Universidad de California, quien, tras analizar durante tres años a 384
parejas de hermanos y a sus respectivos progenitores, aseguró que en la
mayoría de las familias existe un hijo predilecto.
Retomó el libro
The Sibling Effect: What the Bonds Among Brothers and Sisters Reveal
About Us (El efecto fraterno: lo que los vínculos entre hermanos y
hermanas dicen de nosotros), escrito por Jeffrey Kluger, quien concluyó
que el 95 por ciento de los adultos tienen un hijo favorito y el 5 por
ciento restante mienten cuando se les indaga por el tema.
Con el
análisis se demostró que la predilección estaba asociada al orden del
nacimiento de cada hijo, y se percibieron cambios en el trato maternal y
paternal relacionados con el tiempo en que nacieron cada uno de sus
sucesores.
En una publicación del Journal of Family Psychology,
la doctora Conger afirmó que “la base de esta preferencia estaba
asociada a la búsqueda de la supervivencia de la especie”, es decir, los
padres se inclinaban a favor del hijo que consideraban más saludable o
con posibilidades de reproducir mejor su especie.
Lo mismo opina César Sierra, neuropsiquiatra y docente del
Politécnico Grancolombiano: “La mayoría de los padres tienen la fantasía
de querer en igual proporción a todos sus hijos”, pero esta
predilección está determinada por el lugar que cada madre y padre le
dan, inconsciente o espontáneamente, a cada uno de sus sucesores,
dependiendo del contexto en el que se haya llevado a cabo la gestación,
el nacimiento, la crianza y el orden de llegada al hogar”.
La
preferencia por un hijo hace parte de la dinámica relacional de muchas
familias; puede darse desde el embarazo, pero se hace evidente durante
los primeros años de vida del pequeño. Aunque la mayoría de los padres
intentan consentir y complacer equitativamente a sus hijos, no siempre
lo logran, pues a cada niño transmiten el amor de distintas maneras, a
través de caricias, besos, abrazos, raciones de comida más generosas,
juguetes, habitaciones más grandes, entre otras.
Según María Elena
López, psicóloga de Inteligencia familiar, no existe una regla que
indique que en todas las familias hay un preferido, pero “es una
situación que se presenta de manera frecuente en momentos distintos de
la vida”. Por ejemplo, familias donde se tiene un varón y, años más
tarde, llega una niña.
El favoritismo también está asociado a
experiencias previas de tipo emocional o social de los padres y/o
familiares; cuando los hijos son obedientes, tranquilos o presentan buen
desempeño escolar. También, cuando tienen alguna dificultad
cognoscitiva, de comportamiento (como la rebeldía) o, en general, de
salud que requiere un trato preferencial. Los hijos mayores suelen ser
objeto de mayor atención, credibilidad, estatus y generosidad de parte
de uno de los padres. No siempre la preferencia está asociada al amor;
es decir, no es que se quiera solamente al hijo favorito y a los demás
hijos no. Por más evidente que sea la preferencia, los padres no deben
hablar abiertamente de este tema con sus hijos porque se afectará la
inteligencia emocional de estos y los lazos afectivos intrafamiliares,
pero es importante que sean conscientes. Los padres jamás deben decirles
a los hijos que alguno de ellos no es el preferido.
El favoritismo excesivo y en detrimento de los otros tiene
múltiples consecuencias. Cuando es muy grave, los niños ‘excluidos’,
sufren alteraciones en la autoestima, estabilidad, bajo rendimiento
académico, dificultades para integrarse en actividades lúdicas y
relacionarse con sus pares. En el futuro se sentirán rechazados en su
trabajo, se les dificultará la labor en equipo y tenderán a relaciones
de pareja dependientes.
En el caso del ‘elegido’, puede ser objeto
de la ira de sus hermanos, de distanciamiento afectivo con ellos,
agresión o sentimiento de culpa. También puede aprovecharse de la
situación, tornarse caprichoso, narcisista y querrá que todo gire a su
alrededor. Puede tener poca tolerancia a la frustración.