En 1926, Ignacio Piñeiro (1888-1969) se vio obligado a aprender rápidamente a tocar el contrabajo para integrar el Sexteto Occidente, organizado por María Teresa Vera,
a instancias de la Columbia Records, para ofrecer competencia al
Sexteto Habanero, contratado por la casa discográfica RCA Victor.
El Sexteto Occidente no tuvo el éxito que
Columbia Records esperaba, y en 1927 Piñeiro organizó, por recomendación
de la misma compañía disquera, el Sexteto Nacional. Así, un movimiento
que empezó en Oriente con el Cuarteto Oriental (1917) y con Son
Santiaguero (1920), como manifestación legítima de aquella región en que
había surgido el son,
encontró una nueva denominación en el Sexteto Habanero, con el traslado
del son a La Habana. Le correspondió a Piñeiro ilustrar la verdadera
integración cultural del son, cuando llamó Sexteto Nacional a su
conjunto.
El Nacional realizó sus primeras grabaciones,
como sexteto, en Nueva York, en octubre de 1927. El grupo inicial
estaba integrado por Ignacio Piñeiro, contrabajo y director; Bienvenido
León, segunda voz; Juan de la Cruz, voz prima; Alberto Villalón, guitarra; Francisco Solares González (“Panchito Chevrolet”), tres y coro; José M. Carrera “El chino” Incharte, bongó, y Abelardo Barroso como improvisador.
En uno de los primeros discos del Sexteto Nacional, Barroso cantó el son Bururún bararán (luego conocido como Bururú barará o Como está Miguel, atribuido a Felipe Neri Cabrera en las grabaciones del Sexteto Habanero, y a Piñeiro en las del Sexteto Nacional):
Quiero que sepan primero/ quienes son los que aquí cantan,/ mi dulce
voz se levanta,/ deleite del mundo entero./ Yo que la clave aquí uso
cantando con gran reposo/ por mi ritmo cadencioso/me llaman el gran
Caruso.
En 1928 se les unió Lázaro “El jabao”
Herrera, como trompetista, y el Nacional se convirtió en Septeto. En
1928 el conjunto fue contratado por la Academia Habana Sport, centro de
baile donde actuaban agrupaciones de renombre. También en ese año el
grupo hizo un nuevo viaje a New York para realizar grabaciones.
Se operaron nuevos cambios en 1929, cuando se
aprestaban a viajar a la Exposición Iberoamericana a celebrarse en
Sevilla, España. Entró Agustín Gutiérrez en el bongó por “el Chino”
Incharte, y José “Cheo” Martínez sustituyó a Barroso. En la gira
participó también Juan de la Cruz, quizás no como miembro del septeto,
sino para hacer dúos con Bienvenido León, y la guitarra de Eutimio
Constantín, que había sustituido a Villalón.
Durante la travesía falleció Cheo Martínez,
pero con el refuerzo del tresero-cantante Panchito Chevrolet y la voz de
Juan de la Cruz se compensó su ausencia. Para las presentaciones en
España se les unió una rumbera cubana, la bailarina Urbana Troche, que
al parecer ya estaba en la península.
A diferencia del Habanero y otros grupos, el
Septeto Nacional no tocaba únicamente sones, gracias a la creatividad de
Piñeiro, que había fusionado el son con otros géneros cubanos como la
guajira y el guaguancó, y lo había enriquecido al cambiar las cuartetas
típicas soneras por estrofas más elaboradas, como la décima. En sus
programas el septeto anunciaba entre sus interpretaciones, además del
son, el bolero, el punto cubano, la canción, la rumba y la guaracha.