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domingo, 30 de junio de 2013
LA OTRA CARA EN BRASIL ANTES Y DESPUES DEL JUEGO CONTRA ESPAÑA Los policías utilizan gases lacrimógenos contra los manifestantes, cuyo efecto se sintió en el interior del estadio
RIO DE JANEIRO amaneció hoy domingo con ambiente festivo pero las cosas se fueron tensando según se acercaba la final de la Copa Confederaciones de la FIFA, que comenzó a las siete de la tarde y coincidía con la enésima concentración de la Copa de las Manifestaciones, que es como se le ha comenzado a llamar a las protestas que arrancaron el 6 de junio en São Paulo. Pocos minutos antes de comenzar el partido, que gano Brasil por 3-0.
Se produjeron choques violentos entre los manifestantes y la policía.Al menos seis personas resultaron heridas en el enfrentamiento, que los policías repelieron con gases lacrimógenos, cuyo efecto se pudo sentir incluso en el interior del Estadio Maracaná.
La marcha que pondría el broche –nadie sabría decir si es broche final—a los más de 300 protestas que a lo largo de 24 días sacaron a la calle a cientos de miles de personas comenzó al mediodía en el barrio norteño de Tijuca.
Pero los manifestantes no querían desaprovechar la oportunidad de que los ojos de buena parte del mundo estaban puestos en el estadio de Maracaná.
Cinco horas antes del encuentro comenzaron a llegar al Maracaná miles de aficionados que pretendían ahorrarse cualquier atisbo de violencia. El Gobierno tenía muy claro que quería la fiesta en paz, al menos dentro del estadio y en sus inmediaciones. Fueron desplegados 10.000 agentes en varios cordones de seguridad alrededor del campo. Se trata del mayor despliegue efectuado nunca en Brasil ante un acontecimiento deportivo. Las autoridades cortaron el tráfico en 19 calles a partir de las dos de la tarde y organizó un perímetro de seguridad en un radio de dos kilómetros alrededor del estadio. Fue contra uno de los cercos policiales donde se desató el choque.
Mientras tanto, el grueso de los manifestantes avanzaba pacíficamente en dirección al límite permitido, portando una inmensa tarjeta amarilla contra la FIFA. Al mediodía ya se habían congregado a varios kilómetros del Maracaná unas cinco mil personas, según la policía. Se esperaban unas 15.000 más, cifra que queda muy por debajo de las 300.000 que llegaron a concentrarse en Río el jueves 20 de junio. Pero desde entonces hasta ahora, la fuerza de las protestas menguaron a medida que el Gobierno cedía ante las reivindicaciones de los manifestantes.
Una vez que el Gobierno de Brasil presionó para que se derogase la subida de la tarifa en el transporte público y después de que el Congreso cediera también a la presión de la calle y rechazara la PEC-37, también conocida como ley de impunidad entre los manifestantes, aún quedan otros grandes reclamos pendientes.
Entre los cánticos que coreaban los manifestantes destacaron, sobre todo, los que criticaban las inversiones efectuadas en el Mundial de fútbol. Los participantes en la marcha pedían más gastos en salud y educación antes que en fútbol. También protestaban contra la privatización del Estadio de Maracaná. “El Maracaná es nuestro”, decía una pancarta. Se oyeron también muchos cánticos contra el pastor evangélico Marco Feliciano , presidente de la comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados y gran promotor de una ley que promueve el tratamiento psicológico contra pacientes que sufran por su condición homosexual.
La marcha fue seguida en todo momento por un helicóptero y custodiada por cientos de policías.