Karina tiene un hijo de seis años. Hace tres inició
el proceso de
divorcio y al denunciar a su expareja porque no le daba dinero para los
gastos del niño empezo a ser acosada por el esposo,
que acudía a casa amenazándola. Su abogado le dijo que esta actitud era
normal. “Es un hombre y nosotros nos molestamos en esas situaciones,
perdónalo”. Karina solicitó otras opiniones, y pronto una abogada le
aseguró que tenía derecho a una orden de restricción. Durante un proceso
judicial no exento de problemas y que duró dos años, la segunda
defensora renunció por amenazas de muerte.
Lo anterior puede parecer un caso extremo, pero es solo un ejemplo
más de la calamidad que representan los arreglos judiciales tras una
ruptura en México, donde tres de cada cuatro hijos de padres separados
no reciben pensión alimenticia, según datos de la Comision Nacional de Derechos Humanos.