Una de las atracciones turísticas que los visitantes hacen cuando llegan a Boston es cruzar la línea de meta del maratón, pintada en una de las arterias principales de la ciudad de Nueva Inglaterra. Un sencillo gesto que da una idea de la importancia que la prueba atlética tiene para la ciudad y para el mundo del deporte.
La primera edición se celebró en 1897 durante el «Patriot's Day (Día de los patriotas)»,
una jornada que sirve de homenaje a los caídos en la primera batalla de
la Guerra de Independencia, y lo ha hecho siempre ese día (tercer lunes
de abril) durante los últimos 115 años.
El evento atrae a casi medio millón de espectadores
a la ciudad, con la particularidad de que, a pesar de ser una prueba
popular, no todo el mundo puede inscribirse en ella (sólo unos 30.000 lo
consiguen cada año). A diferencia de otros grandes maratones, la organización de Boston pide acreditar una marca mínima para poder correr la prueba, lo que la hace especial al resto y la convierte en una de las más rápidas del mundo.
De hecho, fue en Boston donde el keniano Geoffrey Mutai
batió hace un par de años el récord del mundo de maratón, que entonces
estaba en poder del etíope Haile Gebrselassie (2h03:59). Mutai paró el
crono en 2h03:02, 57 segundos menos que Gebrselassie, pero la marca no
fue homologada, ya que el circuito de Boston incumple dos de las normas de la IAAF
al respecto: el desnivel neto es de más de 42 metros, y los puntos de
salida y llegada se encuentran separados en línea recta por más de 21
kilómetros. Unos meses después, en septiembre de 2011, el keniano
Patrick Makau sí batió en récord en Berlín, dejándolo en 2h03:38.
El de Boston es uno de los seis maratones conocidos como los "EI Seis Majors", los más importantes del mundo, junto a Nueva York, Chicago, Tokyo, Berlín y Londres.