La Casa Blanca criticó hoy la reciente visita del exjugador de baloncesto estadounidense Dennis Rodman a Corea del Norte y afirmó que el Gobierno norcoreano haría bien en invertir su dinero en "el bienestar de su propio pueblo". "En vez de gastar dinero en eventos deportivos con celebridades para entretener a las élites de ese país, el régimen norcoreano debería centrarse en el bienestar de su propio pueblo, que padece de hambre y vive privado de sus derechos humanos", dijo durante su rueda de prensa diaria el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney.
Carney aseguró que Estados Unidos tiene "canales de comunicación directos" con el Gobierno de Pyongyang, y ha instado al liderazgo de ese país a que atienda el llamado del presidente Barack Obama para que "opte por la vía de la paz y el cumplimiento de sus obligaciones internacionales".
"Las acciones de Corea del Norte, sin embargo, violan directamente las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y amenazan la paz y seguridad internacional", advirtió Carney.
Carney evadió comentar sobre el mensaje del líder comunista norcoreano, Kim Jong-un, que trasladó Rodman para que el mandatario estadounidense se comunique con él.
"Creo que lo que acabo de decir deja en claro que Corea del Norte debe centrarse en sus propios ciudadanos y en oportunidades para mejorar sus vidas, y Estados Unidos tiene canales de comunicación directos" con el Gobierno de ese país "y esos son los canales que nosotros optamos por utilizar", enfatizó Carney.
Según un despacho de la agencia oficial norcoreana, KCNA, el gobernante norcoreano acudió al estadio junto con su esposa, Ri Sol Ju, para presenciar el partido de exhibición entre el equipo norteamericano de los Harlem Globetrotters y un equipo local de baloncesto.
En la ocasión Rodman agradeció la acogida y comentó que "es lamentable que las relaciones entre EE.UU. y Corea del Norte no sean buenas", señaló la KCNA.
La visita de la comitiva estadounidense ocurrió después de que el 12 de febrero Corea del Norte realizara una nueva prueba atómica, la tercera después de 2006 y 2009, que justificó como parte de su estrategia defensiva de disuasión nuclear ante las "hostilidades" de su "enemigo" EE.UU.