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domingo, 17 de febrero de 2013

RAFAEL CORREA El actual mandatario, en el poder desde 2007, es el favorito en las presidenciales de hoy domingo en buena parte gracias a sus políticas de subsidios y obras públicas

Carreteras, hospitales, aeropuertos como el que se va a inaugurar esta semana en Quito… En los seis años que lleva Rafael Correa al frente de la presidencia de Ecuador ha conseguido cambiarle la cara al país. En Quito se ven aún niños limpiabotas y chiquillas vendiendo periódicos, pero había muchísimos más antes de que este economista de 49 años, admirador del venezolano Hugo Chávez, llegara al poder hablando de “revolución ciudadana”.
Correa es el gran favorito de los ocho candidatos que concurren a las elecciones presidenciales en Ecuador. La mayoría de las encuestas vaticinan que obtendrá los votos suficientes como para no verse forzado a disputar una segunda vuelta en abril. También auguran que su grupo, Alianza País, conseguirá la mayoría absoluta en la Asamblea y eso le permitirá a Correa aprobar leyes tan temidas por los medios privados como la de Comunicación.
Hay grandes críticas que se podrían esgrimir contra una gestión tan exitosa: la presión y persecución judicial contra la prensa aumentó hasta el punto de que varios periodistas consultados temen aparecer con sus nombres. También aumentó el control del Gobierno sobre la justicia y los órganos electorales. La inseguridad ciudadana ha empeorado al calor de las grandes redes del narcotráfico. Y la corrupción campa a menudo con absoluta impunidad. “Correa suele presumir de que por primera vez en la historia de Ecuador un presidente puede decir qué ha hecho con el dinero del petróleo. Posiblemente no pueda explicar qué se ha hecho con todo el dinero. Pero, desde luego, la corrupción ahora no es mayor que cuando él llegó”, señala un diplomático.
Todos esos factores negativos de su gestión se vuelven insignificantes para buena parte de sus 15,4 millones de ecuatorianos si se recuerda que la pobreza ha caído un 27% desde 2006, que el desempleo a finales de año era solo del 4,1% (la cifra más baja en los últimos 25 años) y que en los primeros cinco años de Gobierno Correa invirtió 2.800 millones de euros en carreteras, casi el triple que los tres Gobiernos anteriores a lo largo de seis años.

Aún podríamos continuar con las cifras: el gasto en educación se ha duplicado respecto al Gobierno anterior; aumentó la presión fiscal de tal forma que en 2006 era solo del 12% sobre el Producto Interior Bruto (PIB) y ahora es del 19%. Correa consiguió que la gente se acostumbrara a declarar sus ingresos, a dar y pedir facturas en los comercios y restaurantes. Y, por supuesto, no faltaron las medidas más populistas. El candidato presidencial Guillermo Lasso prometió durante la campaña aumentar de 35 a 50 dólares un subsidio para pobres conocido como bono de Desarrollo Humano. Correa aprovechó la idea y lo subió él mismo. Ahora, dos millones de personas se benefician de su decisión.
Los críticos aseguran que toda esa prosperidad se debe a que ha disfrutado de unos precios del petróleo altísimos. Pero hasta publicaciones como la británica The Economist, muy crítica con las autodenominadas revoluciones socialistas del siglo XXI, le reconoce a Correa cierta “habilidad” en el manejo de esa “buena suerte”.
 Pero con el dinero del petróleo se podría haber hecho muchísimo más. Y con mayor intolerancia hacia los corruptos y más respeto por el medio ambiente y la libertad de prensa”.