Correa es el gran favorito de los ocho candidatos que concurren a las elecciones presidenciales en Ecuador. La mayoría de las encuestas vaticinan que obtendrá los votos suficientes como para no verse forzado a disputar una segunda vuelta en abril. También auguran que su grupo, Alianza País, conseguirá la mayoría absoluta en la Asamblea y eso le permitirá a Correa aprobar leyes tan temidas por los medios privados como la de Comunicación.
Hay grandes críticas que se podrían esgrimir contra una gestión tan exitosa: la presión y persecución judicial contra la prensa aumentó hasta el punto de que varios periodistas consultados temen aparecer con sus nombres. También aumentó el control del Gobierno sobre la justicia y los órganos electorales. La inseguridad ciudadana ha empeorado al calor de las grandes redes del narcotráfico. Y la corrupción campa a menudo con absoluta impunidad. “Correa suele presumir de que por primera vez en la historia de Ecuador un presidente puede decir qué ha hecho con el dinero del petróleo. Posiblemente no pueda explicar qué se ha hecho con todo el dinero. Pero, desde luego, la corrupción ahora no es mayor que cuando él llegó”, señala un diplomático.
Aún podríamos continuar con las cifras: el gasto en educación se ha duplicado respecto al Gobierno anterior; aumentó la presión fiscal de tal forma que en 2006 era solo del 12% sobre el Producto Interior Bruto (PIB) y ahora es del 19%. Correa consiguió que la gente se acostumbrara a declarar sus ingresos, a dar y pedir facturas en los comercios y restaurantes. Y, por supuesto, no faltaron las medidas más populistas. El candidato presidencial Guillermo Lasso prometió durante la campaña aumentar de 35 a 50 dólares un subsidio para pobres conocido como bono de Desarrollo Humano. Correa aprovechó la idea y lo subió él mismo. Ahora, dos millones de personas se benefician de su decisión.
Los críticos aseguran que toda esa prosperidad se debe a que ha disfrutado de unos precios del petróleo altísimos. Pero hasta publicaciones como la británica The Economist, muy crítica con las autodenominadas revoluciones socialistas del siglo XXI, le reconoce a Correa cierta “habilidad” en el manejo de esa “buena suerte”.
Pero con el dinero del petróleo se podría haber hecho muchísimo más. Y con mayor intolerancia hacia los corruptos y más respeto por el medio ambiente y la libertad de prensa”.