“Su esposa ha cruzado el control de pasaportes del aeropuerto de Riad”, avisaba el SMS del Departamento de Inmigración de Arabia Saudí. El receptor y su mujer, que estaban a punto de coger un avión juntos, no daban crédito. ¿A qué venía tal preocupación por parte de las autoridades? La difusión de su caso en Twitter ha sacado a la luz el descontento de muchos saudíes con el trato de segunda clase que el Reino del Desierto da a sus ciudadanas.
“Las autoridades están usando la tecnología para vigilar a las mujeres”, ha denunciado Badriya al Bishr en el diario Al Hayat. La medida da pie a la activista para criticar “el estado de esclavitud en el que se mantiene a las mujeres” en Arabia Saudí, un país en el que necesitan el permiso del padre o del marido para trabajar o viajar, y el único del mundo que les prohíbe conducir. Pero ni el sistema es nuevo ni se ha implantado para controlarles específicamente a ellas. Los cabezas de familia reciben avisos cada vez que sale del país uno de sus dependientes, incluidos los empleados extranjeros bajo su patrocinio. También en otros países de la zona.
Hace un par de años que Eman al Nafjan contaba como al irse de vacaciones descubrió que su marido recibía un mensaje en el móvil cada vez que ella viajaba al extranjero. “Soy una mujer adulta que ha estado ganando su propio sueldo durante más de una década, pero para el Gobierno saudí, sigo siendo una ‘dependiente’ hasta el día que muera debido a mi sexo”.
La misógina legislación saudí considera a las mujeres eternas menores de edad. Todas sin excepción necesitan tener un mehram, guardián o custodio legal, que además del marido, puede ser el padre, un hermano e incluso un hijo menor: cualquier varón con quien el grado de parentesco haga imposible el matrimonio. Se las inscribe en su carné de identidad y hasta fechas recientes no tenían derecho a tener un DNI propio. En consecuencia, la norma que exige que los dependientes cuenten con autorización para salir del reino, incluye a las mujeres.
Los polémicos SMS son el resultado del programa de servicios electrónicos (denominado Absher) que el Ministerio del Interior introdujo el pasado abril para facilitar su atención a los ciudadanos. Tras completar un formulario que incluye el número de móvil, el nuevo sistema permite, entre otras cosas, obtener de forma telemática el permiso de viaje para los dependientes. Esa gestión que hasta entonces requería personarse en la oficina de pasaportes y se reflejaba en una hoja amarilla, queda almacenada en base de datos del Departamento de Inmigración. Cuando el autorizado pasa el control de pasaportes, envía el aviso.
“Antes había que inscribirse para obtener ese servicio, pero ahora cualquier [hombre] saudí con personas a sucargo recibe esos mensajes”, explica Al Nafjan en un e-mail. Eso afecta tanto a los miembros de su familia como a los trabajadores extranjeros cuya entrada en el país haya esponsorizado, un controvertido sistema que las organizaciones de derechos humanos critican periódicamente.
“¿Por qué no colocamos unmicrochip a nuestras mujeres para saber dónde están?”, propone sarcásticamente un tuitero. “Si necesito un SMS para saber que mi mujer está saliendo de Arabia Saudí, o estoy casado con la mujer equivocada o tengo que ir al psiquiatra”, escribe otro. El debate se ha centrado en el control sobre las esposas que permite el nuevo sistema, pero el problema está en los valores patriarcales que hay detrás y que convierten a los saudíes en dueños virtuales de sus mujeres y sus empleados. En Qatar o en Emiratos Árabes Unidos, donde las autoridades alientan la participación de la mujer en la vida pública, no se ha suscitado una discusión semejante a pesar de contar con servicios de aviso similares.
Hace un par de años que Eman al Nafjan contaba como al irse de vacaciones descubrió que su marido recibía un mensaje en el móvil cada vez que ella viajaba al extranjero. “Soy una mujer adulta que ha estado ganando su propio sueldo durante más de una década, pero para el Gobierno saudí, sigo siendo una ‘dependiente’ hasta el día que muera debido a mi sexo”.
La misógina legislación saudí considera a las mujeres eternas menores de edad. Todas sin excepción necesitan tener un mehram, guardián o custodio legal, que además del marido, puede ser el padre, un hermano e incluso un hijo menor: cualquier varón con quien el grado de parentesco haga imposible el matrimonio. Se las inscribe en su carné de identidad y hasta fechas recientes no tenían derecho a tener un DNI propio. En consecuencia, la norma que exige que los dependientes cuenten con autorización para salir del reino, incluye a las mujeres.
"Soy una adulta que ha ganado su propio sueldo, pero para el Gobierno, soy una ‘dependiente", dice una mujer
“Antes había que inscribirse para obtener ese servicio, pero ahora cualquier [hombre] saudí con personas a su
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