Esta mujer menuda, de 60 años, soltera y sin hijos, se resarce así de su derrota de 2007 en las primarias frente al actual presidente, Lee Myung-bak, un compañero de partido con el que en los últimos años ha marcado distancias al alinearse con diputados disidentes y oponerse a varias iniciativas estatales.
La promesa de Park de un mejor reparto de la riqueza y de un mayor acercamiento a Corea del Norte, así como el recuerdo de su padre, artífice de una dictadura que alumbró el milagro económico surcoreano entre 1963 y 1979, parecen haber convencido a la mayoría de surcoreanos en estas presidenciales.