"No le gustaba hablar de su salud (...) Nunca habló de muerte, solo hablaba de vivir. El equipo médico tenía la esperanza, pero había la fragilidad de un señor de 104 años", dijo el doctor Fernando Gjorup, quien en los últimos 15 años fue su médico de cabecera y el responsable de dar los partes diarios durante su hospitalización.
Nacido el 15 de diciembre de 1907 en Río de Janeiro, Niemeyer perdió este año a su única hija, Ana María, fallecida a los 82 años en el mismo hospital.
El arquitecto, padre de los principales edificios públicos de Brasilia, la ciudad que ayudó a crear en medio de la nada a mediados del siglo pasado junto con el urbanista Lucio Costa para ser la nueva capital del país, se mantuvo lúcido casi hasta el final y sólo fue sedado en la tarde de hoy, cuando su estado se agravó por una infección respiratoria, según Gjroup.
El fallecimiento de Niemeyer fue lamentado de inmediato por la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, quien afirmó en una nota oficial que "Brasil perdió hoy uno de sus genios".
"Niemeyer fue un revolucionario, el mentor de una nueva arquitectura, bonita, lógica y, como él mismo definía, inventiva", expresó Rousseff en una nota divulgada por el Palacio de Planalto, sede de la presidencia y una de las obras diseñadas por Niemeyer.
En ese palacio será velado mañana a propuesta de Rousseff, que hizo el ofrecimiento a su familia, según informó la presidencia.
El calificativo de revolucionario le cabe a Niemeyer no solo por los innovadores diseños de sus obras, en los que daba vida al concreto armado con trazos sinuosos inspirados en las curvas femeninas, sino también por su militancia comunista, que le llevó al exilio político en los años setenta, durante la dictadura militar brasileña.
La presidenta dijo que por la grandeza de su legado, "su historia no cabe en las planchetas" de arquitectura y agregó que "pocos soñaron tan intensamente e hicieron que tantas cosas ocurrieran como él".
El legado de Niemeyer, que está eternizado en numerosas obras que diseñó en Brasil y otros países de América, Europa, Asia y África, fue recordado por la mandataria, quien dijo que a pesar de ser un "nacionalista", Niemeyer se convirtió en "el más cosmopolita de los brasileños".
Además de los principales edificios públicos de Brasilia, como los palacios presidenciales de Planalto y da Alvorada, la sede del Senado y la Cámara de Diputados, Niemeyer dejó su inigualable trazo de curvas en obras como la sede del Partido Comunista Francés (París) y la mezquita, el centro cívico y la universidad de Argel, la Casa de la Cultura (Le Havre, Francia) y la Universidad de Constantina (Argelia).
También diseñó el edificio de la editorial Mondadori (Milán), el Parlamento Latinoamericano (Sao Paulo), la sede de la Fundación Luso-Brasileña para el Desarrollo del Mundo de la Lengua Portuguesa (Lisboa), el Centro Cultural Internacional en Avilés (España), y hasta el sambódromo de Río de Janeiro, el templo del carnaval carioca, entre otras obras.
Por sus obras recibió numerosas distinciones y premios como el Pritzker de Arquitectura, del Instituto de Arte de Chicago (1988); el Lenin (1963); el Benito Juárez (1964); el Juliot Curie (1965), y el Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1989).
"Autodeclarado pesimista, era un símbolo de la esperanza", agregó Rousseff sobre el artista, que fue discípulo privilegiado del suizo Le Corbusier y estaba considerado el padre del modernismo en la arquitectura.
El vacío que deja Niemeyer fue subrayado por todas las autoridades que se han manifestado sobre su vida y obra.
"Dulce en el trato, firme en sus convicciones y amado por el pueblo brasileño", así lo definió el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral.
A pesar de los quebrantos de salud propios de su avanzada edad, Niemeyer se mantuvo activo casi hasta el final de sus días y en su estudio situado frente al mar azul, en el barrio de Copacabana, supervisaba los proyectos encomendados a su escritorio y participaba en los diseños.
Sus ideas las plasmaba también en la revista "Nosso Caminho" (Nuestro Camino), que publicaba periódicamente, y en las charlas que en los últimos años ocupaban sus tardes de los martes para debatir sobre filosofía y cosmología con sus amigos. EFE