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sábado, 3 de noviembre de 2012
Alfonso Díez llegó a la vida de la duquesa de ALBA con todos los hijos de ella en contra
Él, de gestionar arreglillos en su mesa del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) y evadirse obsesivamente con el cine, ha pasado a fotografiarse con Tom Cruise y que le ofrezcan hacer crítica de películas en la prensa.
Ella, de la silla de ruedas y la voz de pajarillo herido y susurrante quejándose de que sus hijos no la entienden ni la hacen caso, ha pasado a echarse un baile flamenco memorable en la alfombra que la llevó al altar y bañarse en las Baleares con biquini. Los dos disfrutan sin lugar a dudas de una mejor vida. Juntos.
Alfonso Díez, de ser ese presunto cazadotes ante el que unos hijos aterrados por el currículo amoroso de su madre –tan temperamental, impulsiva y torrencial como una estrella de Hollywood y con tres matrimonios a la espalda– ha pasado a ser ese intruso a quien se acaba cogiendo cariño: “Hemos conectado”, declaraba en Vanity Fair finalmente Cayetano Martínez de Irujo, el hijo guapetón y jinete, como firmando públicamente la pipa de la paz al menos con un sector de los vástagos.
Después de la que se montó con la boda. Un año de amor ha sido este, en el que, desde que se casaran en Sevilla el 5 de octubre del año pasado, a Alfonso Díez le ha ido tocando salvar escollos y abriéndose puertas. Pero el hombre a quien su esposa saca 25 años se ha colocado como un profesional en su sitio y ha jugado pulcramente un impecable papel institucional como nuevo duque consorte.
En ese entramado de minifamilia real que es la Casa de Alba, junto a la matriarca, que es la persona con más títulos nobiliarios del mundo, el recién llegado no ha chirriado ni dado que hablar en ninguna de sus apariciones públicas. Se escabulle como nadie, pasea como nadie, mantiene el discreto segundo plano como nadie. Una bendición.
Que había que acudir al entierro de Manuel León, el chófer de toda la vida en representación de la firma Alba, acudía. Que había que hacer la gira conjunta por los palacios de la familia favoritos de su esposa, se trasladaba uno por uno: de San Sebastián a Marbella y luego a Ibiza para recalar después en Dueñas, Sevilla, donde residen oficialmente disfrutando, entre otras cosas, de su año de excedencia en la Administración. Ni una mala o buena palabra ha salido de su boca. Comparado con los tonos en los que habitualmente se engarzan su amante esposa y madre, los hermanos, las nueras y los yernos entre sí, quien realmente parece aristócrata es él.