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sábado, 18 de agosto de 2012

LEONARDO DA VINCI SE AUTORRETRATO EN "LA ULTIMA CENA"

Rafael se coló en su fresco tal vez más famoso, La escuela de Atenas. El maestro de Urbino aparece a la derecha, con un gorro negro, mirando hacia el espectador. Y Miguel Ángel también figura en su obra maestra, El juicio universal de la Capilla Sixtina, aunque solo sea en una piel desecha y deformada. En el fondo, dejar algo más que una firma para la eternidad era una opción frecuente y a la vez tentadora para los grandes creadores. Tanto que, según sugiere el estudioso Ross King, el propio Leonardo da Vinci también cayó presa del narcisismo: el británico sostiene que el maestro toscano se autorretrató en La última cena.
 
King, eso sí, insiste desde el principio en que la suya no es una “certeza categórica”, sino “una posibilidad”. Su castillo argumental se edifica principalmente sobre un fundamento algo sutil: un poema de aquel entonces de Gaspare Visconti. En sus versos, el hombre en cuestión se reía de un artista que tenía la costumbre de autorretratarse en sus cuadros. “Visconti y Da Vinci eran amigos, se conocían bastante bien. Y la broma solo tenía sentido y podía ser comprendida si referida a un pintor muy conocido”, cuenta King.
Para reforzar su hipótesis el estudioso subraya que el poema fue escrito en los mismos años en los que Leonardo terminó La última cena (1497-98), en una época, además, en la que ambos coincidieron en Milán a la corte de la noble familia de los Sforza.
En concreto, King cree que Leonardo escogió al apóstol Tomás para mostrar sus rasgos a las generaciones venideras. Primero, porque el poema de Visconti se refiere a un artista que donaba sobre todo “su mímica y sus acciones” a sus personajes. Y “el gesto más frecuente para representar a Leonardo era el dedo apuntando”, justo la postura de Tomás en La última cena.
La segunda razón es más bien filosófica: “Si Leonardo hubiera tenido que elegir un personaje, habría sido Tomás, ya que dudaba de todo”. Aunque en realidad, según King, el maestro no escogió solo al apóstol más escéptico. Santiago el menor también escondería un autorretrato de Leonardo: “Ambas figuras son extremadamente parecidas. La nariz grande, el pelo… Creo que usó el mismo modelo”.
Dos autorretratos de Da Vinci de un golpe. Bastante como para sacudir de polémicas por enésima vez el mundo del arte. Aunque lo cierto es que en la historia de King hay muchos si (si el poema de Visconti se refiere a Leonardo, si el maestro se retrató con el dedo apuntando, si Tomás y Santiago tienen el mismo modelo, etc…) y una sola certeza: el estudioso cuenta su hipótesis en un libro que va a sacar a la venta justo ahora. ¿Operación comercial? King se ríe: “Mire. Yo estaba en mi jardín y es usted quien me ha llamado. De todos modos, estoy interesado sobre todo en cómo reaccione la gente. A lo mejor ni siquiera contesta nadie. En el fondo sobre Leonardo hay una historia nueva cada dos días”.
He ahí una segunda certeza. El gran artista y sus creaciones fascinan desde hace siglos expertos y aficionados. Más aun, desde que se descubrió una nueva Gioconda y fue restaurada otra de sus obras maestras: Santa Ana. Sin embargo una niebla de misterio sigue cubriendo su vida, su arte, y hasta su rostro. “Lo más difícil para los que buscamos autorretratos de Leonardo es que no sabemos cómo era. Se pintó, muy probablemente, en la Adoración de los Magos, de los Uffizi. Y su alumno Francesco Melzi le retrató, de perfil, cuando ya estaba mayor. No hay más rastros de sus rasgos”, defiende King. Tal vez los haya en La última cena. O tal vez no. A falta de más indicios que un poema, háganle caso a San Tomás: duden de todo.