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domingo, 29 de julio de 2012

MARISOL MALARET EX-MISS UNIVERSO Y PRESENTADORA DE LA TELE DE PUERTO RICO CANTO SUS VERDADES


Cuentan que los mortales olvidamos las palabras que se pronuncian. También olvidamos el impacto de las acciones. Pero nunca olvidamos lo que alguien nos hizo sentir. Premisa pertinente al efecto que logró Marisol Malaret Contreras, la joven que en el 1970 al ganar un certamen de belleza, levantó la moral y el ánimo de todo un pueblo "Boricua".
Tanto así que hoy sigue siendo “la reina de belleza”, aunque ella no crea necesario recordarlo.
No quiere hablar del tema, punto. Dice que por desgastado. Han pasado 42 años. Y aquella chica -que sigue siendo humilde, sencilla, hermosa- advierte en su espejo el paso inexorable del tiempo. También lo siente en su cuerpo, según confiesa. Pero no así en su corazón, ni en su espíritu, ni en su intelecto, que se ha dedicado a cultivar con mucha lectura, “leo mucho sobre vidas de mujeres”, nos dijo en ocasión de una conversación reciente en la que cantó sus verdades. Habló de sus altibajos existenciales, de sus éxitos y de sus caídas, de las que se ha levantado, según dice, gracias a la fuerza que le llega de Dios.

Tumbada en un sofá blanco, relajada, conversando con una energía que modula estupendamente, nos dedicó casi dos horas de conversación.
No fue fácil recibir a una colega. Recordemos que la Malaret fue periodista, presentadora de televisión, empresaria y fundó una revista muy exitosa en su momento. Sabía muy bien por dónde llegarían los tiros. Así que, sin mediar pregunta, lo dijo sin ambages...
“A mis 63 años puedo decir, como dijo Pablo Neruda, ‘confieso que he vivido’. Un día me creí la última pepsicola del desierto, y luego me caí estrepitosamente. Me equivoqué, pero también me levanté y continué arriesgándome, reinventándome. Nunca he escondido que me hice una cirugía, cuando cumplí los 51. Fue una cirugía estética facial, y se supo en su momento. Creo que le debo un respeto al pueblo. Luzco mi edad con orgullo”.
Pero, la gente a veces no es prudente. ¿Cómo manejas ese ojo inquisidor de quienes persiguen a los famosos?
No es fácil, esta isla es muy pequeña. Tengo una playa ahí cerca que no disfruto. No me pongo un traje de baño porque van a ver mi celulitis, más aún, la van a fotografiar y luego van a pasar la imagen por el celular... La verdad es que tengo que agradecer a este pueblo lo mucho que me ha querido, pero sepan que las arrugas están ahí, los dolores artríticos están.

¿Crees que la edad en la mujer es detrimental? ¿Cuánto?
Aquí como en Norteamérica, no importa que la mujer se vea espectacular, que se cuide, que se haya hecho cirugía y se vea divina, exacta, que se entregue a los milagros del ‘antiaging’... El hombre, no importa su edad, siempre saldrá favorecido. Me entristece tanto saber que tengo el conocimiento, tanto por comunicar, tanta experiencia y que por un asunto de edad me tenga que quedar a distancia.

¿Qué más resiente una hija de la post guerra o “boomer”?
Madre “boomer” al fin, me fui a trabajar. Nos tiramos a la calle, y que a reinventar la rueda. Trabajé, aporté a la casa, dividí cuentas... Nos hemos creído la supermujer, trabajando 24/7 y con los hijos realengos, poniendo en riesgo a matrimonios que a fin de cuentas no funcionaron. ¿Qué reinventamos? Todo en un momento dado se ha dislocado y estamos viviendo el resultado. Quisimos hacer tanto a la vez que metimos las patas. Ahora estamos tratando de echar el carrete hacia atrás y rebobinar..

¿Crees que roles desatendidos por el varón como cabeza de familia han abonado al disloque social?
Con el permiso de los varones que admiro, hay muy pocos padres, que podamos decir son tan buenos como las madres. Otros son muy buenos en una manutención, pero entonces hay que aguantarles otras cosas, como la infidelidad.

¿Acaso es una situación que has vivido?
Pues claro, cómo te voy a mentir. La mujer que me diga que no ha pasado una. Mira hacia atrás, recuerda la generación de nuestras madres. Muchos maridos tenían amantes y ellas, las pobres, creían que no se podían mantener, y aguantaban. Los grandes señores tenían a la otra en las esquinas, y ellas tranquilitas. Ojo, que eran dos las mujeres utilizadas. Entonces las hijas vimos estos patrones. Bueno, no tuve padre, mi padre fue inexistente en mi casa, pero viví lo de mis tías.

¡Pero Marisol!, ¿cómo se aguanta una infidelidad?
Conozco muy pocos hombres fieles. En verdad, en verdad, no se debería aguantar una. Pero hay muchas circunstancias. Hay que ver si se ha tratado de un desliz, o de que vive una vida paralela. Hay que ponderar, poner la situación en una balanza.
Ahora bien, si la situación incomoda, si se lo has dejado saber a tu pareja y nada pasa, entonces...
Depende también de la edad que tenga la mujer. Si tiene 30 años y un par de hijos, que agarre la maleta y se vaya para que le prueben que en verdad quieren el matrimonio. Pero si no te lo prueban, es hora de redirigirse, trabajar para seguir adelante con tus hijos, para solicitar tus derechos. Va a ser difícil pero se puede hacer. Ahora bien, no le digas eso a una mujer de 55 años que no haya ahorrado. ¡Se va a sentir en el aire!

¿Qué instancias de la vida te provocan repulsión? ¿Qué no toleras al punto de gritar ¡basta!?
A la homofobia y a la pederastia. ¡Cero tolerancia!. Pero, más aún, al miedo que paraliza. Todos los días leemos casos de mujeres asesinadas por su pareja y digo, cómo es posible que no se fue a tiempo; cómo es posible que puso querella contra su pareja y la retiró; cómo es posible que obtuvo la protección y para nada sirvió...
Es el miedo que se te mete en la mente y te la nubla. Miedo a que los hijos se enteren y ellos... ¡lo ven todo! Miedo a romper con el precepto del matrimonio. Ni existe el príncipe azul y pienso que el matrimonio es sagrado si ambos lo consideran así.

¿De dónde te llega la iluminación, esa inteligencia social tan manifiesta?
Siempre fui fuerte, rebelde, porque tuve que levantarme sola. Me crió una tía, por la que doy gracias a Dios. Si no, no sé a donde hubiera terminado porque tenía 10 años. Ella me crió con verdad, libre de prejuicios, con base cristiana.
Mantuve a un hermano cuadripléjico, a una hermana de crianza negra, viví con más familiares en los vecindarios de Roosevelt y Puerto Nuevo.
Mi tía me dio herramientas. Me enseñó a que la esencia estaba en mí. ‘Está en ti, está en ti’, lo repetía. Me habló, del discrimen, de que los colores no importaban, del amor a la patria. Si comenzáramos a hacer ese ejercicio de estima y amor, las cosas serían de otra manera. Estuve expuesta a muchas cosas, unas buenas, pero también a otras malas y me crecí.

¿Cuál ha sido tu caída más estrepitosa?
Wow. Fue la época en la que por poco pierdo los estribos. Cuando se corre la voz de que tengo sida. Perdí mi visión, mi fe en el ser humano, me tambaleé. Me torné agresiva, grosera... Creo que fue mi gran caída. Me salvó mi hija, a quien no podía defraudar. Sacha fue para mí un regalo de Dios. Me fui unos meses para ver si las aguas bajaban de nivel y hasta pensé nunca regresar. Las amigas, como Gloria Leal -exeditora de El Nuevo Día- me llamaban todos los días pienso que para asegurarse de que no me había muerto. En ese momento todo se juntó, mi divorcio, la muerte de mi tía, ocuparme completamente de mi hermano que se quedaba solo. Estaba comenzando un matrimonio nuevo. Fue cuando trabajé en Imagen, por poco las enlío.

¿Pensaste en acabar con tu vida?
¡Matarme jamás! hablo de mi persona cabal. No, no. Cuando piensas que no puedes creer en nadie, confiar en nadie... Por eso me da pena cuando veo similitudes en otras mujeres en Puerto Rico. Por eso puedo entender a la mujer abusada. Entiendo a la mujer que se siente un día deprimida, que cree que no puede salir...
Lo cierto es que tenía y tengo una hija espectacular con quien, para entonces, nadie quería jugar, en el parque la dejaban sola... Y me fui con quien era mi socia, Gladys Aguayo. Le dije: necesito una madre, necesito una abuela. Busqué un núcleo, un centro.
Es que esa es la base de todo. Los seres humanos tenemos que ser apoyo del otro, y del otro... Puse distancia en un pueblito de la Florida. Pero un día pensé, estoy huyendo. No quiero enseñar esto a mi hija y decidí regresar.

Una vez se habló de que aspirabas a la alcaldía de San Juan...
Sí, pero no. No soy política. Soy mejor consultora. No me caso con partidos. Si hay un PNP bueno, o un independentista bueno, popular... lo apoyo. De estos líderes nuevos que han salido, todavía no tengo opinión.
En la historia solo hay dos políticos que han ganado mi respeto, Luis Ferré y Luis Muñoz Marín. Bueno, ganaron el respeto del país. Uno más filántropo que el otro, pero ambos amaban a Puerto Rico. Entonces creo que la opción es amar al país, a su gente.

El otro día el Gobernador dijo que no creía en el gobierno. ¿Qué piensas?
Que tiene razón. Este sistema no sirve. Hay que reconstruirlo. Pero más allá del llamado “establishment” los puertorriqueños tenemos que comenzar otra vez, construyendo hogares y familias. Atender principalmente a los disfuncionales, aquellos que están emocional y mentalmente enfermos. ¿Qué ejemplos de vida están recibiendo nuestros niños?
Creo que la partida mayor de dinero en el presupuesto del Gobierno debe ir al Departamento de la Familia. Reforzarlo con expertos, con muchos trabajadores sociales. Segundo, hay que dedicar mucha energía a la educación, pagarle bien a los maestros, calificarlos mejor... Hay que vigilar los comportamientos. Si reconstruimos estos renglones y mejoramos las condiciones de la Policía. Esto tiene que mejorar. Puede hacerse.

Cambiemos el tema a asuntos más cotidianos. ¿Cómo discurre tu día? Escucho la música de Sabina en el fondo, veo que tu casa es un recinto de paz, me encanta tu biblioteca...
Vivo bien, vivo feliz. Mi día puede transcurrir haciendo de sicóloga informal de las amigas de mi hija, de amigos varones, de mujeres... Leo mucho de mujeres, de Catalina de Rusia, de las mujeres de Enrique VIII. Siento la fuerza de mujeres como Hillary Clinton, de relaciones. Escribo. De hecho, tengo planes de escribir un libro de lo menos que te imaginarías. Pero no te puedo adelantar detalle.
Medito y sirvo a la comunidad. No hay por qué publicarlo pero si tengo que limpiar una llaga, voy y la limpio. Comparto mi pan con el que está en la esquina.

¿Qué cualidad personal desearías modular? Dicen que eres fuerte...
(Ríe) Tengo una excompañera, buena amiga, que me dice “amita blanca”. Le digo, ‘chica no me digas así’. Pero es que soy exigente, conmigo y con el trabajo. Pero también muy humana. Doy por ti el 100%, pero que no te agarre en una mentira. No me gusta la mentira, la envidia, el chisme. Pero sí, quien me conoce sabe que tengo un carácter fuerte. Me aman o me resienten. Esa es mi realidad.

¿Qué desempeño profesional, de tantos, hubieras pasado por alto?
Odié la televisión a muerte. Estuve 14 años en “Noche de Gala”, y me veía como una idiota. Pero como tenía un negocio de ropa, traje que lucía, traje que vendía. Entonces la televisión comenzó a hacerme sentido. En radio trabajé temprano en la mañana. Hoy no madrugaría. Pero sí me encantaría comprar un espacio para conversar y hacer un blog, para que me pregunten... Me preguntan de moda, belleza, de vejez, de edad, hombres, trabajo de situaciones románticas, de enfermedades y de todo hablo.

¿Te arrepientes de aquel desfile triunfal por la pasarela de Miss Universe en el 1970?
No me arrepiento. Se paga un precio, pero no me arrepiento. Imagino que como nunca se arrepintió Roberto Clemente. Ambos abrimos una brecha. No entendía en aquel momento la magnitud de lo que significaba haber ganado la corona de Miss Universe, y me dolía ver las comunidades que me invitaban para verme, y les costaba tanto dinero. “Pero por qué me tienen que traer; por qué pagar tanto al concurso”, pensaba. Pero con el tiempo fui entendiendo que yo los representaba, que avivaba ese orgullo patrio. Entendí.

¿Quién o qué es lo mejor que te ha ocurrido?
Mi hija Sacha, ella es mi vida. No la tengo cerca, trabaja en Nickelodeon y no es como que pueda ir a verla cuando desee. Ella es lo único que me amarraría a esta vida el día de mi partida. Quiero que sepas -ella lo sabe- que no pueden hacerme homenaje. Me van a cremar y quiero que ella deposite mis restos, que busque un arbusto florecido, lindo, para que cuando vea flores piense: 'Ahí está mami'. También, puede lanzar mis cenizas al viento, corriendo por la playa, para cuando le roce su cara la brisa sienta que le estoy dando un beso. Ella sabe.