El mes de mayo representa una nueva temporada para nuestras vidas, se inician las lluvias, los campos retoman su color verde, se siembran semillas para que dé fruto que se cosecha al fin del período. Mes de esperanza que está dedicado a las madres, ese ser superespecial, único e insustituible que Dios nos ha dado.
Desde siempre se estila ofrecer obsequios a las madres en estas fechas. Por lo general, los presentes mediante los cuales se pretende agradarles, son productos materiales, predominando artefactos, dizque para facilitar el quehacer de los oficios domésticos en el hogar.
Sin embargo, y sin ánimo de menospreciar los obsequios materiales, es altamente probable que en estas fechas, infinidad de madres puedan estar anhelando un regalo que no se compra con dinero, y por lo tanto, no se adquiere en ningún almacén, y ese regalo es una familia sólida, plantada sobre roca.
Seguramente no hay nada más gratificante para una madre que tener la certeza que ha sido parte esencial de la edificación de una familia, y es a hijas e hijos a quienes les corresponde aportar a esa convicción, manifestándole afecto en todo tiempo con palabras pero principalmente con actitudes y comportamientos.
Cuan feliz se siente una madre cuando tiene una familia donde abunda la unidad y la solidaridad entre sus miembros; cuando hijas e hijos se prodigan respeto, se aceptan con defectos y virtudes; una familia en la que se ama a Dios por sobre todas las cosas, se aman a sí mismos y aman intensamente a su madre y demás miembros de la familia.
Una familia en donde cada quien se esmera en ser cada vez mejor padre o madre, mejor hija o hijo, mejor hermana o hermano, mejor amiga o amigo, mejor persona con su pareja, etc…, que luchan para no dejarse atrapar por la envidia, el egoísmo, el rencor, la codicia, la malacrianza, la soberbia, la pereza, los vicios, las adicciones, etc..
Amigas, amigos, Dios nos ha dado una preciosa madre para que nos ame, pero principalmente para que la amemos, para que nos proteja y la protejamos; para que nos crie, forme y guíe en la vida.
Miles de personas, al igual que quien escribe, no tenemos la dicha de contar con la presencia física de nuestra madre, porque ya han partido, sin embargo, su presencia espiritual siempre está con y en nosotros, y nos corresponde amarlas y agradecerles todos los días de nuestras vidas lo que hicieron por nosotros.
Amiga, amigo, Ud. que aún tiene a su madre, obséquiele lo que muy seguramente ella más anhela: una familia y amor. El amor está en nuestro corazón, es parte de nuestro ser, no debemos destinar sumas de dinero para darlo. Si lo hace, ella experimentará mucha felicidad y le estará eternamente agradecida.
Amiga, amigo, tenga presente que madre solo hay una, hay que cuidarla, apapacharla; que todos los meses, todos los días sean mayo, pídale a Jesús que le ayude a ser un buen hijo o hija, a ser factor de unidad, solidaridad, respeto y tolerancia en la familia que ella ha construido, y que ese pueda ser el mejor regalo que reciba hoy y siempre.
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