Un partido extraordinario, solo posible para elegidos, devolvió al Madrid a su paraíso sin fin y dejó al Atlético otra vez sonado, roto por tanta maldición. La celebridad del Madrid, con su undécimo trono, contrastó con el mal fario de su vecino, que no pierde las finales de cualquier manera.
El partido te llenó el alma. Por su bravura, intensidad, situaciones de máxima excitación, sorprendentes cambios de planes distanciándose de las características de cada equipo, incluso con esa inseguridad altera nervios que le inyectó mayor cuota de suspenso. La tensión podía cortarse con un cuchillo y la angustia apretaba todos los cuellos. Reventado físicamente, resistió el Real Madrid los 30 minutos extras con la pizarra 1-1 (goles de Ramos y Carrasco) y logró imponerse en los penales 5-3, recobrando el paraíso.
En el 74 cayó en un partido de repetición, en 2014 sucumbió en la prórroga y en Milán se le vino el mundo encima en los penaltis, con el acierto final de Cristiano y el error anterior de Juanfran. No hay formas más crueles de perder. Su gafe no tiene remedio por ahora, pero nada debe reprocharse. Y mucho menos en un torneo en el que se ha batido hasta el último parpadeo con cuatro adversarios —PSV, Barça, Bayern y Madrid— que suman 22 Copas de Europa.
En San Siro mereció tanta estima como el Madrid, al que padeció de entrada y luego superó en el segundo acto. Al Real, muy superior al inicio, también le tocó apretar la mandíbula. Uno y otro, con la gente por los suelos, llegaron extenuados al cierre. De nuevo bingo para este Madrid celestial que tiene la pócima mágica del gran torneo.
El partido te llenó el alma. Por su bravura, intensidad, situaciones de máxima excitación, sorprendentes cambios de planes distanciándose de las características de cada equipo, incluso con esa inseguridad altera nervios que le inyectó mayor cuota de suspenso. La tensión podía cortarse con un cuchillo y la angustia apretaba todos los cuellos. Reventado físicamente, resistió el Real Madrid los 30 minutos extras con la pizarra 1-1 (goles de Ramos y Carrasco) y logró imponerse en los penales 5-3, recobrando el paraíso.
En el 74 cayó en un partido de repetición, en 2014 sucumbió en la prórroga y en Milán se le vino el mundo encima en los penaltis, con el acierto final de Cristiano y el error anterior de Juanfran. No hay formas más crueles de perder. Su gafe no tiene remedio por ahora, pero nada debe reprocharse. Y mucho menos en un torneo en el que se ha batido hasta el último parpadeo con cuatro adversarios —PSV, Barça, Bayern y Madrid— que suman 22 Copas de Europa.
En San Siro mereció tanta estima como el Madrid, al que padeció de entrada y luego superó en el segundo acto. Al Real, muy superior al inicio, también le tocó apretar la mandíbula. Uno y otro, con la gente por los suelos, llegaron extenuados al cierre. De nuevo bingo para este Madrid celestial que tiene la pócima mágica del gran torneo.
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