Escribo cansado de que tantos latinoamericanos que han padecido dictaduras compren esa guasa. Escribo esta columna un tanto agotado también de ser el nuevo en el club latinoamericano de las dictaduras, y escuchar a los venezolanos repetir que, tras seis años en el poder, apenas empieza, que quizá aún no es dictador; a los nicaragüenses, que Bukele no ha tenido que ponerse violento; a los cubanos, a modo de reclamo ancestral, que ellos quedaron olvidados hace décadas, que el nuestro "apenas tiene tiene tres pelos de barba” a comparación de los suyos. Noto en esas conversaciones entre exiliados cariño honesto la mayoría de veces, pero también malicia y condescendencia en otras tantas ocasiones.
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